Hace días que las lágrimas entorpecen mi intención de coger el bolígrafo, deslizarlo por las páginas de mi cuaderno, y descubrir así la razón de esta profunda tristeza mía. Un intenso vacío golpea mi corazón. Los errores cometidos crecen en mi memoria de manera vertiginosa. ¡Ay, si pudiera...! Me equivoqué muchas veces: pronuncié puñales que nunca quise lanzar contra quienes más amé, desconfié de las personas que me aceptaron tal y como soy, hice rebosar sus vasos de paciencia con gotas de orgullo, celos y qué se yo. Y lo siento, lo siento en el alma, en lo más hondo de mi ser. Hoy, en la cama de este hospital donde la única visita que recibo es la del señor arrepentimiento, sé que lastimé los brazos que me arropaban en invierno, los besos que llenaban mis primaveras, las risas que refrescaban mis veranos, la mirada que alejaba la melancolía del otoño. Todo eso forma parte de mi pasado, un recuerdo que extraño, que añoro, que echo de menos. Un rincón de mi mente me culpa constantemente, otro me reprocha las cosas que no hice o dije cuando aún quedaba tiempo. Tiempo. Veinticuatro horas al día que si no las aprovechas se esfuman para siempre, como una diadema que se desprende del cabello de alguna niña y se pierde en las inmensas aguas del océano. Supongo que ya es demasiado tarde para pedir perdón, dar las gracias o confesar un "te quiero". O no, y por eso esté escribiendo esta carta que espero que alguien, por curiosidad, lea y reaccione antes de que sea demasiado tarde.
La enfermera que encontró el cuaderno abierto, en el regazo de Arturo, se emocionó tanto con las palabras de aquel anciano que pidió a sus compañeras ayuda para encontrar a familiares y amigos de ese hombre.
Se encontraba en la cama, lamentándose del agotamiento de la tinta de su bolígrafo, cuando ella apareció por la puerta. No era una enfermera, sino ella, la mujer de su vida. Sonreía con lágrimas en los ojos. Tras ella, sus mejores amigos y su hermano. El anciano se incorporó y se echó a llorar. Ellos se acercaron para unirse en un abrazo.
- Arturo, te perdonamos en el momento que erraste, recibimos el agradecimiento cuando intentaste sorprendernos con alguna locura de las tuyas, supimos que nos querías en el momento que tus ojos hablaron por ti.
- No quería irme, yo...-Arturo no era capaz de articular palabra.
- No te preocupes, ¿de acuerdo?
Ellos, su familia, se turnaron los días que Arturo permaneció en el hospital. Dicen que, a veces, le oían reír mientras escribía o miraba feliz a su compañía.
Cuando creas que todo está perdido, que has echado de tu vida a las personas que más te importan, que lastimaste demasiado sus corazones... Ama, sincérate, sé humilde, aparta el orgullo y el rencor de tu boca para que sea el corazón quien perdone, agradezca y sea feliz. Porque el amor de verdad prevalece sobre el egoísmo que nos empuja a obrar, sin querer, contra nuestros sentimientos.
Se encontraba en la cama, lamentándose del agotamiento de la tinta de su bolígrafo, cuando ella apareció por la puerta. No era una enfermera, sino ella, la mujer de su vida. Sonreía con lágrimas en los ojos. Tras ella, sus mejores amigos y su hermano. El anciano se incorporó y se echó a llorar. Ellos se acercaron para unirse en un abrazo.
- Arturo, te perdonamos en el momento que erraste, recibimos el agradecimiento cuando intentaste sorprendernos con alguna locura de las tuyas, supimos que nos querías en el momento que tus ojos hablaron por ti.
- No quería irme, yo...-Arturo no era capaz de articular palabra.
- No te preocupes, ¿de acuerdo?
Ellos, su familia, se turnaron los días que Arturo permaneció en el hospital. Dicen que, a veces, le oían reír mientras escribía o miraba feliz a su compañía.
Cuando creas que todo está perdido, que has echado de tu vida a las personas que más te importan, que lastimaste demasiado sus corazones... Ama, sincérate, sé humilde, aparta el orgullo y el rencor de tu boca para que sea el corazón quien perdone, agradezca y sea feliz. Porque el amor de verdad prevalece sobre el egoísmo que nos empuja a obrar, sin querer, contra nuestros sentimientos.
Comentarios
Pero luego me di cuenta de que era una carta que forma parte de un relato muy tierno, con moraleja además. Te felicito, Lady Luna, eres genial. Un beso
Una bonita historia, sí señor :)
Dos besos, María Beltrán, dos besos.
Un beso cielo
es un rasgo humano
y el perdon
divino
bst
Pero creo lo mismo que tu, cuando llega un momento como este todas las diferencias y los momentos en los que nos equivocamos pasan a un segundo plano.
En definitiva, el amor también requiere perdón, pero como bien dices, si este amor es de verdad antes de equivocarte ya estarás perdonado.
Muchos besitos!!!!
Me has dejado sin comentarios (o casi), siempre nos ofreces algo con lo que reflexionar y aprender y eso que eres una "niña" (entre comillas y con cariño, eh! ;) Estoy seguro que tus escritos pronto llegarán a miles de personas, especialmente si tu lo deseas.
Un abrazo mimoso!^^
ok saludos =)
un gusto, adiós.
Voy a leer más cosas tuyas.
Saludos.