Era mi quinto cumpleaños.
Mi madre, junto a mi padre, ocultaba tras su sonrisa una extraña expresión que no supe descifrar. Había llegado el momento de crecer, me dijeron, de iniciar un proceso que me convertiría en una mujer de provecho.
−Nos van a separar, pero tú no debes temer nada, ni ponerte triste; yo estaré contigo aunque no me veas.
−¿Y si prefiero no ser fuerte?
−Lo serás, Juliette. Harás todo lo que te digan, ¿de acuerdo?
−Pero...
−No es algo malo, hermanita. Antes nos privaban de la enseñanza. Supongo que por este motivo, una de las cosas que aprenderás será el agradecimiento a la patria por lo que hace por nosotras.
−¿Estaré sola?
−Habrá más niñas como tú, incluso niños, por lo que he oído.
−¿No podré verte?
Evangeline calló unos instantes antes de responder a mi pregunta.
−¿Te acuerdas del juego de la lechuza, cuando ganaba la que cantara más fuerte como ellas?
−Sí.
−Al ponerse el sol, cada día, iré a tu escuela y fingiré ser una de esas aves. Al escucharme, sabrás que soy yo, que sigo a tu lado aunque no puedas verme. ¿Qué te parece?
Nos detuvimos al llegar a un edificio, el cual se encontraba rodeado de malas hierbas y cercado por una valla de alambre. El aspecto abandonado consiguió entristecerme incluso antes de que una señora me invitase a pasar, dejando atrás a mi madre, quien no desdibujó la sonrisa de su rostro ante la mirada suplicante que le lanzaba, ya desde el otro lado de la verja.
Cuando la mujer abrió la puerta de la casa nacional, me sentí tan pequeña como una hormiga en el mundo de los hombres. Unas escaleras bajaban a un rellano en el que muchos niños y niñas de mi edad esperaban expectantes a que alguien les indicara qué debían hacer. A sendos lados de éste, dos escalinatas lo unían a la planta de arriba. Aquello era enorme. Incluso el techo parecía haber encontrado su límite en el mismo cielo. Eché de menos mi muñeca de trapo.
Me uní al resto, tímida y callada. Mi hermana me había advertido que me cuidara de hacer amigos allí, pero ver a tantos niños y niñas como yo, me invitaban a iniciar la conversación con quienes tuviera alrededor. Así conocí a Louis, Philippe, Chantal y Joanne.
−Se trata de una escuela –aclaró ella.
−Vosotras aprenderéis también a leer, escribir y contar. Se cultivará vuestra memoria para el estudio de los cantos cívicos y de los episodios de la historia correspondientes a las virtudes de nuestro sexo. Se os complacerá con nociones de moral y economía doméstica.
−La primera jornada será empleada para los trabajos manuales. Vosotros para el trabajo de tierra, adaptado a vuestra edad.
−A vosotras se os instruirá para que sepáis hilar, coser y hacer la limpieza.
−Con esto tendréis ganancias, de las cuales una décima parte se os dará para el uso que decidáis; el resto se aplicará a los gastos comunes de la casa.
−Hasta entonces.
−Bienvenidos y bienvenidas a la casa nacional de educación, fundada por Lepeletier.
De todo lo que explicaron, entendí la mitad. Seguí a las demás por las escaleras. Un pasillo muy largo, que se cruzaba perpendicularmente con otros de igual longitud, se extendía ante mis ojos. Chantal me hizo un gesto para que entrara con ella en una de las habitaciones. La obedecí. Dos chicas nos sonreían desde la cama de arriba de una de las literas.
−¿Sois las nuevas? Mi nombre es Anaïs. Ella se llama Brigitte. ¿Y vosotras?
−Juliette –respondí –y Chantal –señalé a mi compañera.
−Vuestras camas serán esas dos. Podéis elegir quién duerme arriba o abajo en la litera.
El dormitorio era muy pequeño. A la izquierda de donde me encontraba, es decir, de la puerta, se hallaba un pequeño armario que deberíamos compartir. A unos treinta centímetros estaba la cama de nuestras dos nuevas amigas. Frente a mí, dos literas más. La separación entre ellas era mínima. La verdad es que me sorprendió la diferencia de lujo entre el edificio y nuestras habitaciones.
Mientras analizaba el dormitorio, Joanne y otras dos chicas, Aurélie y Amélie, abrieron la puerta.
−Lo siento chicas, una de vosotras no cabe.
Tras una mirada entre ellas, Aurélie decidió ser ella quien buscara otra habitación.
−Vamos, Juliette, tenemos que bajar con los demás.
Obtuve el visto bueno tras vestirme con las prendas menos gastadas que guardaba en el baúl; momento en el que salí de casa, siguiendo a mi madre. El rumbo lo desconocía.
Mientras caminábamos, la intriga me hizo querer imaginar mi destino, llevándome entonces a recordar una conversación que había mantenido tiempo atrás con Evangeline, mi hermana mayor.−Me estás asustando, Evangeline, no quiero distanciarme de ti.
−A nuestra madre no le gustará que te lo cuente, pero... –susurró –verás, te van a llevar a una especie de internado donde llevan a los niños y niñas al cumplir los cinco años. No salen hasta los once y doce años. Allí enseñan a ser fuerte, entre otras cosas.−¿Y si prefiero no ser fuerte?
−Lo serás, Juliette. Harás todo lo que te digan, ¿de acuerdo?
−Pero...
−No es algo malo, hermanita. Antes nos privaban de la enseñanza. Supongo que por este motivo, una de las cosas que aprenderás será el agradecimiento a la patria por lo que hace por nosotras.
−¿Estaré sola?
−Habrá más niñas como tú, incluso niños, por lo que he oído.
−¿No podré verte?
Evangeline calló unos instantes antes de responder a mi pregunta.
−¿Te acuerdas del juego de la lechuza, cuando ganaba la que cantara más fuerte como ellas?
−Sí.
−Al ponerse el sol, cada día, iré a tu escuela y fingiré ser una de esas aves. Al escucharme, sabrás que soy yo, que sigo a tu lado aunque no puedas verme. ¿Qué te parece?
Los metros que nos separaban del edificio fueron suficientes para lograr un picor en mis piernas, las cuales cubría con un largo vestido verde. En el pelo llevaba un pañuelo que mi hermana me había regalado antes de marcharme.
Cuando la mujer abrió la puerta de la casa nacional, me sentí tan pequeña como una hormiga en el mundo de los hombres. Unas escaleras bajaban a un rellano en el que muchos niños y niñas de mi edad esperaban expectantes a que alguien les indicara qué debían hacer. A sendos lados de éste, dos escalinatas lo unían a la planta de arriba. Aquello era enorme. Incluso el techo parecía haber encontrado su límite en el mismo cielo. Eché de menos mi muñeca de trapo.
Me uní al resto, tímida y callada. Mi hermana me había advertido que me cuidara de hacer amigos allí, pero ver a tantos niños y niñas como yo, me invitaban a iniciar la conversación con quienes tuviera alrededor. Así conocí a Louis, Philippe, Chantal y Joanne.
−Silencio, por favor –un hombre y una mujer aparecieron en la segunda planta. Nos miraban amables, o eso parecía. –Os halláis en la casa nacional de educación.
−Se trata de una escuela –aclaró ella.
−Todos y todas aprenderéis lo apropiado según vuestro sexo. De este modo, los niños aprenderéis a leer, escribir y contar, también adquiriréis las nociones de medida y superficie. Reforzaréis la memoria a la vez que ampliáis vuestro conocimiento acerca de la Revolución francesa y los cantos cívicos. Os mostraremos la constitución y lo que tengáis que saber de la moral, y la economía.
−Vosotras aprenderéis también a leer, escribir y contar. Se cultivará vuestra memoria para el estudio de los cantos cívicos y de los episodios de la historia correspondientes a las virtudes de nuestro sexo. Se os complacerá con nociones de moral y economía doméstica.
−La primera jornada será empleada para los trabajos manuales. Vosotros para el trabajo de tierra, adaptado a vuestra edad.
−A vosotras se os instruirá para que sepáis hilar, coser y hacer la limpieza.
−Con esto tendréis ganancias, de las cuales una décima parte se os dará para el uso que decidáis; el resto se aplicará a los gastos comunes de la casa.
−El ala de la izquierda de esta planta ocupa las habitaciones de los chicos; la derecha, la de las chicas. La habitación podéis elegirla a vuestro antojo. Son todas iguales. Compartiréis dormitorio con otras seis personas. Dos de ellas ya estarán ocupando alguna de las camas porque son de cursos superiores. Dormiréis en literas. En la habitación encontraréis un uniforme para cada uno y cada una. Debéis cambiaros. Dos horas después de “ya”, cuando el Sol se ponga, nos reuniremos aquí y os indicaremos la ubicación del comedor, los baños...
−Hasta entonces.
−Bienvenidos y bienvenidas a la casa nacional de educación, fundada por Lepeletier.
De todo lo que explicaron, entendí la mitad. Seguí a las demás por las escaleras. Un pasillo muy largo, que se cruzaba perpendicularmente con otros de igual longitud, se extendía ante mis ojos. Chantal me hizo un gesto para que entrara con ella en una de las habitaciones. La obedecí. Dos chicas nos sonreían desde la cama de arriba de una de las literas.
−¿Sois las nuevas? Mi nombre es Anaïs. Ella se llama Brigitte. ¿Y vosotras?
−Juliette –respondí –y Chantal –señalé a mi compañera.
−Vuestras camas serán esas dos. Podéis elegir quién duerme arriba o abajo en la litera.
El dormitorio era muy pequeño. A la izquierda de donde me encontraba, es decir, de la puerta, se hallaba un pequeño armario que deberíamos compartir. A unos treinta centímetros estaba la cama de nuestras dos nuevas amigas. Frente a mí, dos literas más. La separación entre ellas era mínima. La verdad es que me sorprendió la diferencia de lujo entre el edificio y nuestras habitaciones.
Mientras analizaba el dormitorio, Joanne y otras dos chicas, Aurélie y Amélie, abrieron la puerta.
−Lo siento chicas, una de vosotras no cabe.
Tras una mirada entre ellas, Aurélie decidió ser ella quien buscara otra habitación.
−Bien, ya estamos todas. Creo que deberíais poneros los uniformes esos –señaló el pequeño armario. –Aquí todas vestimos igual.
Obedecimos. Las mayores nos contaban cómo era eso de estar interna en aquel lugar mientras nosotras, las nuevas, nos imaginábamos el mejor o el peor extremo. El sol iba a ponerse, podía verlo desde mi ventana.
−Vamos, Juliette, tenemos que bajar con los demás.
−¡Espera un segundo, por favor!
−¿Qué ocurre?
−¡Calla!
Y entonces la oí. Mi lechuza. Evangeline.
Comentarios
Esto se me ocurrió una noche mientras dormía (sí, lo soñé) después de haber estado estudiando historia contemporánea de la educación. Supongo que así es como mi subconsciente imaginó que sería el sistema educativo de Lepeletier de haberse llevado a cabo.
Este hombre innovó durante la Revlución Francesa la educación con su proyecto. En la línea opuesta de su pensamiento, encontramos el proyecto de Condorcet.
Pues eso, sigo estudiando, ¡que aún estoy de exámenes!
Un besito a todos, ¡y gracias por dedicarme un ratito de vuestro tiempo!
y el final fantástico, más mona Juliette:3
besos!
Me lo parece a mi.. o han metido a Juliette en una especie de fabrica de explotación? es solo una teoría...
Van todos iguales, ha dicho la profesora que tenían una especie de ''sueldo'' y las habitaciones no son tan elegantes cómo el recibidor..
Lo mejor ha sido Evangeline^^
un besoo!
Deberías seguirlo, me ha gustado la atmósfera, y además utilizas una noción histórica.
Deveras, te recomiendo que lo continues, pero sin ninguna referencia a Crepúsculo ni novelas adolescentes, me has sorprendido.
Un beso y sigue asi!
En fin, un besitoo aiooo!!! ^-^
Está genial, me encanta como escribes!!!
besoss!
Firmado: Libros del mundo
Tan sólo que coincido con Vicent; me gustaría que continuases. En especial llevo una temporada que los internados se me han subido a la cabeza, y me vuelvo medio loca cuando leo algo así xD
Pues nada, a estudiar ^^
Un beso, K.
Sería una buena idea seguirla cuando acabes con los exámenes, claro y haya tiempo de documentarse mejor y hacer el argumento de una historia genial como la que puede ser la de Juliette. Me ha gustado mucho, pero eso no es de extrañar. Suerte con los exámenes.
Un superbeso maga de las letras. =))
Me ha emocionado tu escrito, pues a mí también me llevaron con seis años a un internado y sé muy bien lo que siente tu protagonista.
Escribes muy bien, amiga, una delicia leerte. Un beso y feliz semana para ti.
Como siempre un texto que engancha, con buenas descripciones, tanto de sentimientos como de los personajes y lugares. Pienso igual que Vicent deberías continuarlo.
¡Suerte con los exámenes!
Besitos y un abrazo mimoso.
Saludos
Has conseguido conmoverme.
Besos.
animooo y a seguir!! Jejejeje
Me gustaría que la siguieras, ya que es un tema muy interesante :)
Me encanta esta historia, y estoy ansioso por saber que le sucederá a Juliette. Ahh y bueno, esperaré impacientemente a que escribas el segundo capítulo.
¡Muchos besitos!