No recuerdo con exactitud el tiempo que hace desde que escribí mi última carta personal. Con esta, la fecha se actualiza.
Apenas una fotografía es la que recoge del primer año de mi vida los recuerdos que viví contigo. Tan pequeña era, que es más lo que imagino de ti, que aquello que llegué a conocer.
Te pienso y en tus ojos leo que me quieres; no tienes ni idea de cómo voy a ser de mayor, de mis gustos y aficiones, mis berrinches y manías... pero eso no es importante, al menos para ti. Sonríes mucho, especialmente porque sabes que me gusta imitarte, y porque a ti te gusta que lo haga. Me siento pequeña en tus brazos, cálida y protegida. Tu ropa huele a tabaco y tus manos, las de un trabajador que ha luchado toda su vida, se hacen suaves cuando tocan mi cara.
Son muchas las veces que en casa de la abuela me he parado a mirarte en la fotografía que preside el salón o su habitación. A veces te oigo hablar, firme en tus ideas, sustentadas en la argumentación de tu propia experiencia.
Como dije, es más lo que imagino, que lo que pueda llegar a recordar. Quizá por eso nadie sepa cuánto te he echado de menos en mis oraciones, los momentos que he inventado para ti por las noches, momentos en los que tú sigues aquí y yo he crecido pudiendo visitarte, merendar con la abuela, las titas, el primo y contigo; vivir la Navidad con la familia al completo, sin que nadie se ausentara, donde no faltaras tú.
Nadie espera esta carta, pero tú, como yo, sabías que tarde o temprano llegaría.
Se hace duro echar de menos a alguien con quien hubiera deseado vivir tanto, alguien a quien apenas conocí y que, sin embargo, siento tan parte de mí. Creo verdaderamente que formas parte de mi carácter, de mi forma de ser, incluso de alguna de mis manías.
Yo, que no soy anti-nada, y lo sabes, soy anti-tabaco porque no quiso dejarte conmigo, porque no tuvo piedad para decir que te ibas, porque no me preguntó si estaba de acuerdo a sabiendas de que, si hubiera sabido hablar, habría dicho que no.
Es la primera vez que me siento torpe ante las letras que tanto han convivido conmigo en mis historias y realidades, quizá porque esta carta cabalga a medias del recuerdo y la imaginación, tal vez porque es la primera vez que consigo escribir lo que siento por ti.
Eres mi abuelo, mi abuelo Eduardo, y te quiero porque soy tu nieta, porque me llegas a través de mi madre, de las titas, de los primos. Porque estás presente allá donde estemos alguno de nosotros, porque no es necesario pronunciarte para saber que nunca te has ido.
Al fin y al cabo, eres la primera estrella que ocupó el cielo, en el universo incorpóreo de mi alma.
María Beltrán Catalán
Comentarios
Creo que no hace falta decir más. Este escrito está dedicado a mi abuelo Eduardo desde el lugar más íntimo de mi corazón.
He querido compartirlo con vosotros, que estáis conmigo cuando me leéis y os hacéis presentes cuando comentáis.
¡Muchas gracias a todos!
Un beso, guapa, y gracias por compartir tan íntimos sentimientos y recuerdos.
Mi abuelo paterno murió cinco meses después de nacer yo, de hecho se había pre-jubilado para poder cuidar de mí, poco nos duró ese tiempo.
Desgraciadamente mi abuelo no es al único que intento imaginarme, también intento imaginar como hubiese sido tener un tío (el hermano de mi padre murió dos años antes de nacer yo).
A la que realmente echo de menos es a mi abuela, éramos uña y carne.
Desgraciadamente por parte de padre ya no me queda nadie ya que mis tías abuelas también murieron.
Muchas veces me he preguntado como es celebrar una navidades en familia, la mía empezó con siete personas y ahora solamente somos cuatro, cuando oigo hablar a mis amigos de celebrar las navidades en familias grandes de los líos de ir de una casa a otra y siempre me pregunto de qué se quejan.
Por otro lado de mi familia materna tengo mucha gente pero está toda en Galicia.
Menudo tostón te he soltado. Bueno que me ha encantado y me ha conmovido.
Besos
Muchas gracias por leerme y dejar tu huella.
Gracias por los ánimos.
Un abrazo.
Juan:
El día que tu faltes, que será dentro de muuuuuuuuuuuuuuucho tiempo, todas las personas que hemos tenido el honor de conocerte te recordarán de manera cálida y afectuosa.
Un beso, querido amigo. Gracias a ti por estar siempre presente.
Vanesa Morote:
Me alegro de que te haya gustado y de que tengamos sentimientos compartidos, aunque no sean especialmente alegres.
Siento que no hayas podido disfrutar de una cena familiar a lo grande, de esas que tienen mucha gente sin valorarlas. Sin embargo, estoy segura de que el amor que os tenéis los cuatro llena todo el vacío y ausencia que puedan existir.
Supongo que hay que valorar lo que se tiene para no lamentar no haberlo hecho cuando se pierde.
Tostón nada, cielo. Yo he compartido mis sentimientos y tú has hecho lo mismo; han sido bien recibidos.
Me alegro de que te haya llegado y conmovido.
Muchas gracias por leerme y compartir conmigo ese trocito de ti.
Un abrazo.
Sentir que es un tiempo irrecuperable me hace sentir triste.
Un abrazo
Sentir que es un tiempo irrecuperable me hace sentir triste.
Un abrazo
Un abrazo afectuoso.