A medio metro bajo tierra Juanito había construido una preciosa casa de una sola habitación redonda, de tierra, adornada con pinturas rupestres en las paredes. En el centro se hallaba un círculo formado por piedras diminutas y, dentro, hojas frescas que había recogido. En el exterior había margaritas blancas que embellecían la entrada al túnel. Éste era más ancho de lo habitual, ya que Juan disfrutaba de la tenue y débil luz de luna llena que llegaba a ese pasillo vertical que unía su casa con el mundo al aire libre.
Juanito era un grillo de colores oscuros que detestaba las peleas, por eso su hogar se encontraba lejos de donde vivían los demás grillos. Sin embargo, a veces se sentía solo y cantaba tristes canciones de amor al anochecer. Juan era un artista solitario, pintaba y cantaba para sí mismo, sin nadie a quien enseñar sus obras, sin nadie que admirara aquello que se le daba mejor. De todos modos, pensaba, la mayoría prefería las peleas a la paz del arte.
Una noche, mientras cantaba una balada sobre una amapola que lloraba por un caracol que se alejaba tras haber conseguido probar sus verdes hojas, alguien asomó su cabeza por el túnel que unía su casa con el exterior.
-¿Hola?
-¡Ah! -Juan se sobresaltó y se alejó, asustado, apoyándose en la pared de tierra. -¿Quién eres?
-Pepa, aunque mi familia me llama Pepita. Dicen que soy como una pepita de oro.
Juan tragó saliva y se recolocó las gafas que se le habían caído del susto. Pepa era una preciosa grillo de colores más claros que él. Le pareció fascinante su postura en la entrada de su casa.
-¿Y tú eres...?
-Oh, J-juan, me llamo Juan.
-He escuchado a alguien cantar ¿sabes? Y me ha parecido tan hermoso que he seguido el sonido, pero me habré equivocado. Siento haberle molestado.
Cuando Juan volvió a tragar saliva y levantó una mano diciendo "espera", Pepa ya se había ido. Juan tomó su piedra rojiza y comenzó una nueva pintura en su pared.
A la noche siguiente, Juan volvió a cantar baladas esperando que Pepita reapareciera, pero no fue así. Todos los días pintaba en su pared y todas las noches cantaba intentando atraer de nuevo la atención de aquella grillo tan bonita y tan simpática sin resultado.
Una noche, Juan volvió a cantar canciones tristes de grillos solitarios, a gusto en su soledad con su arte incomprendido. Y fue esa noche en la que Juan volvía a comportarse como siempre cuando Pepita regresó.
-¡Así que eras tú!
Juanito se sobresaltó de nuevo, pero consiguió responder.
-Sí. Pasa, por favor. Hay hojas frescas ahí -dijo, señalando el interior del círculo situado en el centro de la casa.
-Gracias, pero ya he comido -contestó. -¿Esa soy yo?
Juanito no pronunció palabra. Pepita contemplaba sus pinturas con seriedad. Poco a poco, una sonrisa y un brillo en los ojos contagiaron en Juanito la sensación de alegría. Pepita siempre había estado protegida por ser la más pequeña de todos sus hermanos, pero le gustaba la visión de heroína que tenía Juan de ella, ya que siempre había deseado ser valiente.
-¡Oh, me encanta!
El grillo sonrió y comenzó a tocar canciones animadas que invitaron a la pepita de oro a bailar con gracia. Reían y disfrutaban juntos de una compañía extraña cuyo objetivo iba más allá que la simple atracción. Era la misma compañía lo que les llenaba el corazón. Ambos quedaron dormidos, cogidos de una de las patas delanteras.
Fuera la luna se había ocultado tras nubes rojas que poco a poco fueron descargando su lluvia con fuerza sobre la tierra. Cuando los grillos se dieron cuenta, la tierra estaba húmeda y el techo se estaba deshaciendo. Las pinturas se borraban y, con ellas, todo lo que Juanito había construido con tanto esmero. Se sentía tan desolado que era incapaz de reaccionar.
Por fortuna, Pepita le cogió de una patita y se lo llevó por el túnel que daba al exterior, demasiado grande para que algo de luz de luna alcanzara y peligroso en días lluviosos. Las gotas la golpeaban con fuerza pero ella seguía escalando, sujetando a su nuevo amigo que no dejaba de morderse la patita que tenía libre mientras veía horrorizado como el agua destruía su mundo.
Corrieron veloces y buscaron refugio en el primer lugar que encontraron: una caseta de perro. Al parecer Juanito se había instalado en el jardín de un chalet de humanos. Saltaron y contemplaron asustados el granizo que golpeaba y rebotaba en el suelo.
-Por poco... -suspiró Pepita cuando la lluvia comenzó a amainar.
-¿Por poco? ¡Mi casa! ¡Todo cuanto soy se ha destruido!
-Eres más que una casa.
-Es que no era una casa, era mi casa... -y comenzó a llorar desconsoladamente.
-¿Quién arma tanto jaleo? -intervino una voz grave y fuerte.Los grillos se asustaron: era un perro. -¡Tranquilos, bichos! No me gustáis, prefiero la comida que me dan los humanos. -Los grillos volvieron a gritar y el perro soltó una carcajada. -Mi nombre es Curro. ¿Por qué estáis tan alterados? ¿Qué hacéis en mi caseta?
-Nosotros somos Juan y Pepita. Estábamos en su casa y, bueno, es de tierra y el tunel era demasiado ancho, así que el agua ha llegado hasta ella y la ha derrumbado.
-Menos mal que estáis vivos ¿no?
-Sí, pero él no deja de llorar y no sé qué hacer.
-A ver, Juanete, escúchame -le llamó la atención Curro. -En la vida hay dos tipos de problemas: los que dependen de nosotros y los que no podemos controlar. La inundación de tu casa es una situación incontrolable, así que lo importante, más que el propio problema, es tu actitud frente a él.
-¿Mi actitud? -Juan secó sus lágrimas con una de sus patas.
-Así es. Puedes lamentarte el tiempo que quieras, pero eso no va a cambiar lo que ha ocurrido ni tu situación actual. Sin embargo, también puedes construir una nueva casa, hacer el túnel más estrecho y menos directo al exterior, hacer nuevas cosas y mejorar lo que ya tenías.
-¡Curro tiene razón, Juanito! Yo puedo ayudarte con la casa. Pintaremos juntos y haremos túneles para estar más prevenidos. Y si vuelve a ocurrir, ¡volveremos a empezar!
-Bueno... a lo mejor tenéis razón... -El sol del amanecer venció por fin a la lluvia y el campo de margaritas brilló a través de las pequeñas gotas de agua que había quedado en sus pétalos blancos.
Una semana después, Pepita y Juanito habían construido una nueva casa. Él echaba de menos su anterior hogar, pero aprendió a disfrutar de su nueva situación, a solucionar lo que podía controlar y a aceptar aquello que no dependía de él. Pepita aprendió que fue valiente al huir de casa de Juan con él a cuestas, contra las gotas de lluvia que tenía que esquivar mientras escalaba, y que la valentía, la lealtad y otro tipo de valores no eran innatos o imposibles, sino que eran actitudes que cualquier bicho (o persona) podía adoptar si así lo deseaba de corazón.
Autora: María Beltrán Catalán (Lady Luna)
Comentarios
Como siempre con retraso pero aquí estoy, con un nuevo cuento y mis mejores deseos para este 2014.
Muchas gracias por vuestras lecturas y comentarios, alimento de mi blog.
¡Un abrazo enorme!
Sin duda, la actitud es muy importante, siempre viviremos situaciones incontrolables, del mismo modo siempre podremos elegir y decidir como actuar, optar por el aprendizaje, la superación y el optimismo no siempre es fácil, pero tenemos toda una vida para practicar ;)
Tenía ganas de volver a pasar por este precioso rincón literario :)
¡Un abrazo mimoso! ^_^
Me ha encantado esta entrada en particular,es una metáfora estupenda y para mí, ha venido justo a tiempo
.
Todo es actitud.
¡Me ha gustado muchísimo,sigue escribiendo así!
Besos
Me quedo con tu última frase "la superación y el optimismo no siempre es fácil, pero tenemos toda una vida para practicar", ¡buen pensamiento!
Muchas gracias por leerme y comentar, ¡me hace mucha ilusión!
Un abrazo mimosín ^.^
Cecé, te doy de nuevo la bienvenida. Me encanta que hayas regresado por estos lares. ¡Gracias por tus amables palabras!
Me alegra que el consejo haya llegado justo a tiempo.
¡Gracias de nuevo por tus ánimos y palabras!
Sese, precioso comentario reflejo de la realidad. A veces es bueno que nos recuerden que, aunque nos cueste, vale la pena construir un futuro mejor.
Besos también para ti ¡y muchas gracias por pasarte!
Como siempre, has sabido dar forma con tus letras a un bello cuento para recordarnos los matices más especiales de la vida.
Me encanta leerte. Besos!!
Que no cese la lucha, ¡la vida sigue!
¡Un abrazo y muchos besos!