Ir al contenido principal

Hoy, que pasan de las doce

Tras un sábado agotador en el Banco de Alimentos ha tenido lugar un domingo tranquilo en el que debería haber avanzado más en mis proyectos y, sin embargo, en el que mi mente ha estado divagando a ratos tratando de recordar más detalles del pasado que compartí con una persona que significó, y que siempre significará, muchísimo para mí.

Ella me enseñó que saber escuchar es un don, que respetar y comprender a quienes depositan su confianza mí, es respetar y comprenderse a una misma. Me enseñó que a veces suceden cosas inexplicables, que la vida hay que vivirla con los cinco sentidos o con los que tengamos y que jamás hay que rendirse, haciendo honor a su nombre, haciendo honor a la Esperanza.

Escribo ahora que pasan de las doce de la noche, porque no me gusta celebrar su partida. Para mí no fue una despedida fácil. 

Mita, no quería que te fueras. Hubiera dado todas mis oraciones por retenerte conmigo, porque al menos tu último deseo se hubiese hecho realidad.

Escribo ahora que pasan de las doce de la noche, porque contigo los días y las noches eran más claras, porque te echo de menos, porque no olvido tu risa, tus manos barajando las cartas, tu cabello adornado con jazmín, tu caminar elegante pese a que todo te forzaba a lo contrario.

Gracias por todas las conversaciones, por escucharme siempre, por haber sido mi consejera de infancia, mi compañera de juegos, mi llamada de teléfono esperada.

Te escribo hoy, que pasan de las doce...

Comentarios

JUAN PAN GARCÍA ha dicho que…
¡Precioso, My Lady! La nostalgia y la tristeza emana de cada palabra.No sé si es ficción o real, pero ese sentimiento es el mismo que me embarga a mí desde hace dos semanas en que me despedí de una persona que lo ha significado todo en mi vida en estos dos últimos años. Duelen las despedidas.Duelen mucho. Yo he comenzado una nueva etapa; la anterior ya no tiene vuelta atrás. Todo pasa, como las hojas del calendario.Ánimo. Besos mil
JUAN PAN GARCÍA ha dicho que…
Lady Luna, no sé si conoces mi blog de poesía:ayer puse una entrada nueva.
http://gritosdelalmasilenciosa.blogspot.com.es/
Macarena Ariza ha dicho que…
Eres bonita por dentro y por fuera, y todos los que te rodean lo saben.
Ella disfrutó contigo, tanto como tu de ella. Que no te quepa la menor duda. Ahora te acompaña en la distancia.
Toñi ha dicho que…
Maravilloso como consigues traslarme a esos momentos y recordalos como si fueran de ayer ...

tienes una gran sensibilidad y es un don que consigas transmitirla a todos losque te leemos.

Un beso grande. TKM
Ebel ha dicho que…
Me vuelvo a emocionar leyendo tu escrito. Tienes un don que te ha regalado Dios, con el que se nace, que no se puede copiar. Logras transmitir emoción y ternura a través de tu relato a las personas que te leemos, porque pones el Alma además del Talento, y eso, llega directo al corazón.

Un beso.

Ebel.
María (LadyLuna) ha dicho que…
Gracias por vuestras generosas palabras. Un abrazo grande.
icarina_juan ha dicho que…
La vida me ha enseñado que nadie que ha pasado por nuestra vida se marcha del todo. Siempre dejan en nosotros algo tan grande como son los recuerdos, esos pedacitos de un tiempo que hemos sabido detener y hacer eternos para regresar a ellos cada vez que lo necesitamos.

Y también me ha enseñado la vida que aún existen personas que saben dar sentido a la ternura y a la sensibilidad. Como tú, por ejemplo.

Todo un lujo. Besos!!

Entradas populares de este blog

Demetrio, un sapito agradable

¡Hola! Hoy os voy a contar una historia bastante curiosa sobre un sapito llamado Demetrio. Demetrio era muy grande, verde y con manchitas más oscuras en su piel. Tenía unos enormes ojos, aunque siempre estaban cansados y los párpados quedaban a mitad de sus pupilas casi. Su boca era grande, muy grande, y sus patas, cuando se estiraba, larguísimas. Había salido a pasear por el parque cuando un niño pequeño le vio. Entonces, corrió hacia él, alejándose de su padre, para darle un beso fugaz y volver a los brazos de quien había abandonado por un instante. Sus mejillas se hicieron redonditas. Os estaréis preguntando ¿No se puso colorado? Pues no; le crecieron las mejillas. Sí. Cosas de sapos. Resulta que esa mañana yo también había salido a dar una vuelta por el mismo sitio que él, y me lo encontré echado en un banco, suspirando. Se me ocurrió pensar que igual se sentía triste, así que le saludé. -Hola señor sapo. -Hola señora humana. -Puede llamarme Toñi. -Demetrio. -¿Por

La fuente y sus historias

-No puedo describir con palabras las sensaciones que vivo cuando vengo aquí. Los tiempos, la gente, las calles... todo ha cambiado -dijo el anciano, saboreando un aire de nostalgia al respirar profundamente. -¿Por qué sonríes, pues? La Font de Dins, Onda (Castellón) -Esa fuente, la Font de Dins. Las risas, las bromas, todo sigue ahí, con ella. ¿No es fantástico saber que hace ochenta años alguien veía lo mismo que tú ves ahora? Puedes imaginar la historia que quieras; es posible que encierre alguna realidad. -Al hablar, parecía estar en otro mundo, en otra época, en otros ojos, ¡quién sabe dónde! -Por ejemplo... ese trío de ancianos de aquella mesa, que beben y charlan. Dos de ellos son primos y solían jugar a cubrir con sus manos los orificios de la fuente cuando alguien se disponía a beber, de manera que, cuando el sediento ya tenía un pie en la fuente, otro fuera y agachaba la cabeza, el agua salía con tanta fuerza de repente que perdía el equilibrio y caía al agua.

Mi Navidad

Apenas faltaban unas horas para la Noche Buena. Mis vecinos habían insistido en invitarme a las cenas con sus respectivas familias, para celebrarlo, pero yo hacía tiempo que no tenía nada por lo que brindar. Mi familia se había ido reduciendo cada año, pasando de ser veinte personas alrededor de la mesa, a verme completamente sola. Supongo que es normal; una anciana como yo, sin hijos ni nietos. La gente parece feliz, incluso quienes no lo son, lo fingen. Las calles se visten de luces de colores para recordarme que el mundo está de fiesta, que yo no estoy invitada a ella. Es triste. Aquella noche ni siquiera preparé la cena. Echaba de menos la sencillez de la que preparaba mi hermana; en paz descanse su alma. Me acosté, intentando mantener la mente alejada de los villancicos navideños. Al día siguiente me levanté, como siempre. Mientras desayunaba, pensé en el consumismo masivo de estos días festivos. La gente no se planteaba si creía o no en la historia de Jesús, en los Reyes Magos,