Se me había enganchado la rueda de la maleta en una grieta del suelo. Me había caído y, conmigo, las cosas que llevaba en el bolso abierto del que justo estaba sacando el billete de tren. La maleta enganchada por un lado, mi cartera por otro, el billete más allá. Y, de fondo, la voz que informaba que mi tren salía enseguida.
Intenté sacar la maleta de la grieta, pero no había manera. De nuevo la voz apremiante. Fui a por mi cartera, perdiendo de vista en el proceso tanto la maleta como los billetes, y regresé lo más pronto que pude a por la maleta. La gente pasaba de largo ajena a mi angustia. Incluso aquel guarda, parado junto a mí, me miraba impasible.
Recuerdo las ganas de llorar. Era el último tren y no tenía dinero para otro billete. Se me acababa el tiempo y no conseguía salir de allí.
Y entonces apareció su mano. Tenía mi billete de tren y una voz dulce que preguntaba si podía ayudarme.
Lo siguiente que recuerdo es estar en el tren camino a casa, profundamente agradecida y con el corazón lleno de amor.
En una estación, o un mundo, lleno de gente con prisa y sin vista, una persona capaz de vernos y tendernos una mano es una luz en la oscuridad.
Agradezcamos esa luz. Seamos esa luz.
Comentarios
Yo misma en esa situación no se como hubiera actuado, en ocasiones por timidez te frenas para acercarte a alguien y ofrecerle tu mano, me gustaría pensar que puedo llegar a ser una de esas personas. Nuevo toque de atención que nos da con tu maravilloso escrito
TKM
Enhorabuena, eres alguien grande.
-A Toñi: Toñi, ya eres una de esas personas.
Gracias por leerme y comentar siempre. ¡Me siento tan acompañada contigo!
-A Jose A Cobos: ¡gracias! ¡Igualmente!
¡Gracias por tomaros el tiempo de comentar!