Ir al contenido principal

Polvo y humo

Tiembla el suelo, relámpagos suenan por todas partes, el polvo y el humo inundan el aire. No puedo ver, ni oír, apenas puedo respirar. Tengo que encontrar a mi hermana. No sé cómo. Me agarra el pie. Ya no puede caminar. La tomo en brazos. Avanzo en cualquier dirección, sin saber qué sentido tiene. He de salir del ruido. Debo escapar del polvo. Nos pondremos a salvo.

Autora: María Beltrán Catalán (LadyLuna)

Comentarios

Sami Sopca ha dicho que…
Breve y gran relato donde se expresa el miedo a la perdida del ser querido en situaciones complicadas. Con amor y fortaleza puedes ser capaz de salvar cualquier adversidad y salir adelante.
Me ha gustado mucho, me encanta lo que esribes
Toñi ha dicho que…
Si lo breve es bueno dos veces bueno.
Increíble como en tan pocas palabras se puede decir tanto, me encanta como has conseguido reflejar ese sentimiento que no se ve pero que está ahí y que es capaz de sacar lo mejor de nosotros mismos.
TKM
María (LadyLuna) ha dicho que…
Sopca: Muchas gracias. Las palabras son curiosas, pues a veces cuentan historias que dependen de los ojos de quien las lee :)

Toñi: Qué bonito, mami. Muchas gracias por las palabras tan lindas que me dedicas a partir del breve texto que he escrito. Te quiero mucho.

Entradas populares de este blog

Demetrio, un sapito agradable

¡Hola! Hoy os voy a contar una historia bastante curiosa sobre un sapito llamado Demetrio. Demetrio era muy grande, verde y con manchitas más oscuras en su piel. Tenía unos enormes ojos, aunque siempre estaban cansados y los párpados quedaban a mitad de sus pupilas casi. Su boca era grande, muy grande, y sus patas, cuando se estiraba, larguísimas. Había salido a pasear por el parque cuando un niño pequeño le vio. Entonces, corrió hacia él, alejándose de su padre, para darle un beso fugaz y volver a los brazos de quien había abandonado por un instante. Sus mejillas se hicieron redonditas. Os estaréis preguntando ¿No se puso colorado? Pues no; le crecieron las mejillas. Sí. Cosas de sapos. Resulta que esa mañana yo también había salido a dar una vuelta por el mismo sitio que él, y me lo encontré echado en un banco, suspirando. Se me ocurrió pensar que igual se sentía triste, así que le saludé. -Hola señor sapo. -Hola señora humana. -Puede llamarme Toñi. -Demetrio. -¿Por

La fuente y sus historias

-No puedo describir con palabras las sensaciones que vivo cuando vengo aquí. Los tiempos, la gente, las calles... todo ha cambiado -dijo el anciano, saboreando un aire de nostalgia al respirar profundamente. -¿Por qué sonríes, pues? La Font de Dins, Onda (Castellón) -Esa fuente, la Font de Dins. Las risas, las bromas, todo sigue ahí, con ella. ¿No es fantástico saber que hace ochenta años alguien veía lo mismo que tú ves ahora? Puedes imaginar la historia que quieras; es posible que encierre alguna realidad. -Al hablar, parecía estar en otro mundo, en otra época, en otros ojos, ¡quién sabe dónde! -Por ejemplo... ese trío de ancianos de aquella mesa, que beben y charlan. Dos de ellos son primos y solían jugar a cubrir con sus manos los orificios de la fuente cuando alguien se disponía a beber, de manera que, cuando el sediento ya tenía un pie en la fuente, otro fuera y agachaba la cabeza, el agua salía con tanta fuerza de repente que perdía el equilibrio y caía al agua.

Mi Navidad

Apenas faltaban unas horas para la Noche Buena. Mis vecinos habían insistido en invitarme a las cenas con sus respectivas familias, para celebrarlo, pero yo hacía tiempo que no tenía nada por lo que brindar. Mi familia se había ido reduciendo cada año, pasando de ser veinte personas alrededor de la mesa, a verme completamente sola. Supongo que es normal; una anciana como yo, sin hijos ni nietos. La gente parece feliz, incluso quienes no lo son, lo fingen. Las calles se visten de luces de colores para recordarme que el mundo está de fiesta, que yo no estoy invitada a ella. Es triste. Aquella noche ni siquiera preparé la cena. Echaba de menos la sencillez de la que preparaba mi hermana; en paz descanse su alma. Me acosté, intentando mantener la mente alejada de los villancicos navideños. Al día siguiente me levanté, como siempre. Mientras desayunaba, pensé en el consumismo masivo de estos días festivos. La gente no se planteaba si creía o no en la historia de Jesús, en los Reyes Magos,