-Me la habían robado, aquellos malnacidos me la han robado. ¡No tenían derecho! Solo me dejan dos opciones, matarles o morir. -Hay otras opciones, Ernesto. -¡No! Merecen morir, y yo no puedo vivir sin... -Puedes respirar, puedes ayudar a la policía a encontrarla. Solo tienes que hablar con ellos. -¡Ellos no saben nada! -Porque tú no se lo cuentas. -¡Debería matarlos a ellos también! Una señora uniformada de policía miraba a Ernesto. Se notaba que no quería forzar las cosas, pero tampoco podía esperar más tiempo. -Ernesto, le repito la pregunta, ¿qué es lo último que recuerda? Pero Ernesto estaba lejos, muy lejos de allí, discutiendo con alguien que solo existía para él. -Lo siento mucho, Ernesto, pero debe venir conmigo.
Un poco de todo, mucho de nada. ¡Esta también soy yo! Todos los derechos reservados.