Manuel llevaba horas buscando un calcetín rojo, bordado a mano por una vecina de edad avanzada, con estrellas y flores. Abrió cajones, al principio con suavidad y, a medida que el tiempo transcurría, con más brusquedad. Primero apartaba cuidadosamente la ropa o los objetos para mirar debajo de ellos, después los sacaba y los lanzaba por los aires. Cuando había empezado a buscar aquel calcetín, Manuel se encontraba reluciente, recién duchado, con el pelo engominado y un traje de chaqueta extravagante, como siempre le han gustado. En aquellos momentos, sin embargo, el hombre de pelo cano y rostro anguloso se hallaba con los labios apretados, los ojos entrecerrados y el ceño fruncido. -¿Dónde estás, maldita sea? ¿Es que os habéis peleado? Tengo a tu par, idiota -profirió con voz grave sin prestar atención a la ventana abierta y a la pareja que paseaba justo al lado de su piso, el cual se situaba en la planta baja. Un pitido incómodo procedente de su móvil sonó anunciando que pron...
Un poco de todo, mucho de nada. ¡Esta también soy yo! Todos los derechos reservados.