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Mostrando entradas de febrero 24, 2012

Sol y lluvia

Sonia tenía ocho años. Le encantaba salir con sus amigos, recorrer a la máxima velocidad que le permitían sus pies las calles del barrio. Solía detenerse en un parque, a lo alto de uno de los montes que caracterizaban el lugar. Desde allí se veía, incluso, la ciudad. Entonces reía, sola, sin nadie, o con gente. Eso no importaba. El sol acariciaba con su tibieza el cuerpo de la joven, su rostro infantil. -Me encanta este lugar, ¡no quiero irme jamás! -decía a menudo, como si en el fondo de su alma supiera que algún día tendría que marcharse. Ese día no tardó en llegar. Le habían ofrecido a su padre, hasta entonces en paro, un trabajo en otro país. Lejos de su tierra, sus amigos, su hogar. No dudaron en hacer las maletas. Sonia estaba triste. Allí no conocía a nadie, ni siquiera hablaban su idioma. Además, pudo comprobar durante la primera semana que los días de sol no eran frecuentes y que era la lluvia la que ocupaba su lugar. -¡No me gusta el agua! ¡Los días grises, los días trist