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¡Sígueme!

He considerado oportuno crear esta sección para explicaros de qué manera podéis estar al tanto de las actualizaciones de mi blog, es decir, de los relatos que voy publicando.

Mi blog está configurado para que podáis optar por aquello que os resulte más cómodo. Las opciones con las que contáis son las siguientes:
  1. De manera directa, desde el blog.
  2. Mediante las redes sociales.
Dentro de la primera alternativa, contáis también con otras tantas, a saber:
  1. Si tenéis cuenta en gmail o blogger, podéis seguir directamente mi blog desde la opción habilitada a ello en la columna ubicada a la derecha de los relatos, publicados en la página principal del blog.
  2. Si tenéis blog, podéis añadir mi blog a vuestro listado de RSS.
  3. He añadido un gadget que permite la suscripción por correo electrónico. Podéis encontrar esta opción bajo el título "¡Sígueme por correo electrónico!". Cuando publique un nuevo relato, os llegará un aviso al e-mail.
Y desde las redes sociales, son muchas las posibilidades:
  1. En Tuenti, tengo una página que podéis encontrar bajo el nombre de "Blog Literario Princess Of The Night" en la que aviso cada vez que escribo algo nuevo.
  2. En Facebook, tengo una página que podéis encontrar bajo el nombre de "Blog Literario Princess Of The Night" en la que aviso cada vez que escribo algo nuevo.
  3. En Twitter podéis seguir mi cuenta "SoyLadyLuna", pues también emito avisos cuando publico algún escrito.
Todas estas alternativas son más cómodas que entrar cada "x" tiempo a comprobar si he actualizado mi blog, así que las pongo a vuestra disposición, ¡no os quedéis atrás!

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Demetrio, un sapito agradable

¡Hola! Hoy os voy a contar una historia bastante curiosa sobre un sapito llamado Demetrio. Demetrio era muy grande, verde y con manchitas más oscuras en su piel. Tenía unos enormes ojos, aunque siempre estaban cansados y los párpados quedaban a mitad de sus pupilas casi. Su boca era grande, muy grande, y sus patas, cuando se estiraba, larguísimas. Había salido a pasear por el parque cuando un niño pequeño le vio. Entonces, corrió hacia él, alejándose de su padre, para darle un beso fugaz y volver a los brazos de quien había abandonado por un instante. Sus mejillas se hicieron redonditas. Os estaréis preguntando ¿No se puso colorado? Pues no; le crecieron las mejillas. Sí. Cosas de sapos. Resulta que esa mañana yo también había salido a dar una vuelta por el mismo sitio que él, y me lo encontré echado en un banco, suspirando. Se me ocurrió pensar que igual se sentía triste, así que le saludé. -Hola señor sapo. -Hola señora humana. -Puede llamarme Toñi. -Demetrio. -¿Por

La fuente y sus historias

-No puedo describir con palabras las sensaciones que vivo cuando vengo aquí. Los tiempos, la gente, las calles... todo ha cambiado -dijo el anciano, saboreando un aire de nostalgia al respirar profundamente. -¿Por qué sonríes, pues? La Font de Dins, Onda (Castellón) -Esa fuente, la Font de Dins. Las risas, las bromas, todo sigue ahí, con ella. ¿No es fantástico saber que hace ochenta años alguien veía lo mismo que tú ves ahora? Puedes imaginar la historia que quieras; es posible que encierre alguna realidad. -Al hablar, parecía estar en otro mundo, en otra época, en otros ojos, ¡quién sabe dónde! -Por ejemplo... ese trío de ancianos de aquella mesa, que beben y charlan. Dos de ellos son primos y solían jugar a cubrir con sus manos los orificios de la fuente cuando alguien se disponía a beber, de manera que, cuando el sediento ya tenía un pie en la fuente, otro fuera y agachaba la cabeza, el agua salía con tanta fuerza de repente que perdía el equilibrio y caía al agua.

Mi Navidad

Apenas faltaban unas horas para la Noche Buena. Mis vecinos habían insistido en invitarme a las cenas con sus respectivas familias, para celebrarlo, pero yo hacía tiempo que no tenía nada por lo que brindar. Mi familia se había ido reduciendo cada año, pasando de ser veinte personas alrededor de la mesa, a verme completamente sola. Supongo que es normal; una anciana como yo, sin hijos ni nietos. La gente parece feliz, incluso quienes no lo son, lo fingen. Las calles se visten de luces de colores para recordarme que el mundo está de fiesta, que yo no estoy invitada a ella. Es triste. Aquella noche ni siquiera preparé la cena. Echaba de menos la sencillez de la que preparaba mi hermana; en paz descanse su alma. Me acosté, intentando mantener la mente alejada de los villancicos navideños. Al día siguiente me levanté, como siempre. Mientras desayunaba, pensé en el consumismo masivo de estos días festivos. La gente no se planteaba si creía o no en la historia de Jesús, en los Reyes Magos,