Desde aquella estantería, había sido espectador de infinidad de historias; sin embargo, jamás las había vivido. Era como estar en el margen de un cuaderno escrito, o tras la barrera en una maratón. A veces, soñaba con ser uno de esos libros mecanografiados que descansaban cerca de mí. Estaban creados con tanto mimo y conocían tantas manos amigas... Pero no: solo era una vulgar escultura de mármol, fría, intocable y sin interés. O eso pensaba yo. Una noche, imprevisible, un par de muchachas entraron en aquella sala y, caminando hacia mí, una dijo a la otra: "¡Aquí está! Después de tanto tiempo". Me querían a mí. Por primera vez, unas manos no buscaban un libro apasionante, sino una escultura de mármol. Más tarde, descubrí que me había esculpido la abuela de una de las ladronas y que, por motivos que no entendí, cedió la autoría a un caballero del oficio. Cuando aquellos dedos temblorosos me tomaron, una voz emocionada confesó que, como no sabía escribir, hacerme f...
Un poco de todo, mucho de nada. ¡Esta también soy yo! Todos los derechos reservados.