Elisabeth sostenía con sus carnosos labios una horquilla mientras se contemplaba el cabello en el espejo. Aquella vez lo llevaba recogido en un moño no muy a la moda de la época, con dos mechones rojizos adornando su rostro firme y blanquecino. Sus ojos verdes tenían un brillo que gustaba entre los hombres pero no entre las mujeres. A lo largo de su vida, había formado parte de distintos grupos sociales en el baile; sin embargo, su negativa a disfrazarse no agradaba demasiado a quien lideraba esos grupos. Algunos fueron realmente maravillosos; otros, sencillamente, trataron de destruirla. Esbozó una sonrisa cuando su cabello quedó a su gusto y salió de su habitación, dispuesta a llevar a cabo su último movimiento en aquella partida. La joven caminó por el pasillo y bajó por la escalinata de mármol con paso tranquilo y seguro, buscando con la mirada al último grupo al que había pertenecido. Sus disfraces de corte realista le habían llevado a la confusión, pero los ataques de los lí...
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