Era la primera vez que iría a Sevilla a ver La Madrugada. Me sentía nerviosa, una mezcla de curiosidad y alegría. Una noche de contrastes, me habían dicho, y así fue.
Empezamos con lo mejor de Sevilla, la Reina, la Esperanza Macarena. Llegamos unas dos horas y media antes de su salida para coger sitio; la gente, a nuestro lado, llevaba desde las cinco de la tarde esperando con ganas el acontecimiento que ocurriría hacia las doce y media de la noche. A medida que transcurrían los minutos, más personas se aglomeraban en la plaza, algunos comían bocadillos, bebían agua o refrescos, se entretenían con pipas o conversaciones. Y pronto llegaron los armaos con sus trajes romanos y consiguiendo en el gentío expectación y emoción. En pie, contemplamos cómo éstos se dirigían hacia las puertas que debían abrirse para dar paso a la Cruz de Guía. Diez tramos de nazarenos antes del Cristo; trece, antes de la Virgen. Sin embargo el tiempo voló. Me encontraba en primera fila, viendo a los nazarenos con sus cirios, algunos descalzos, repartiendo caramelos o estampas que llevaban impresas la imagen de la Esperanza Macarena. Conseguí una. Y se abrieron las puertas. Todos nos volvimos hacia ellas. Me apoyé en un par de jóvenes que no conocía y me puse de puntillas para alcanzar a ver la salida de una de la procesiones con más prestigio de Sevilla. Los costaleros daban vida a la cofradía y la marcha sonaba emocionando a los presentes hasta detenerse frente a un balcón donde alguien cantó una Saeta, seguida a su fin por muchos aplausos. Y el Cristo continuó su camino. Le vi pasar bajo el arco, luego delante de mi. Fue entonces cuando comprendí la pasión de tantos por la Semana Santa, cuando la sentí en mi propia piel. Sencillamente impresionante. Después, penitentes descalzos y con cruces en el hombro, y más nazarenos. A través del capirote se distinguían ojos azules, verdes, marrones, grises y era fácil imaginarles sonriendo bajo la tela. Y antes de que nos diéramos cuenta, allí estaba Ella, hermosa, radiante, saliendo como antes había hecho el Cristo. Volví a ponerme de puntillas aferrándome al hombro de los dos chicos que estaban delante de mi. Y otra Saeta. Los costaleros al ritmo de la marcha que seguía a la cofradía mecían a la Virgen, majestuosa. Los gritos se hicieron constantes por donde pasaba "¡Macareeeeeena!" gritaba uno, ¡guapa!, respondíamos los demás. Otra vez: ¡Macareeeeeeeena! ¡Guapa! y otra vez: ¡Macareeeeeeeeeeeeena! ¡Guapa, guapa y guapa!. Admito que perdí la noción del tiempo contemplando Su rostro, que mientras esperábamos en otra calle al Calvario no dejaba de mirar la estampa para volver a mirarla. Hermosa. Simplemente, Reina.
Como decía, luego nos marchamos de allí para ir a ver el Silencio cerca de la Catedral. Una noche de contrastes. El júbilo de la Macarena con la ausencia de cualquier sonido de El Silencio, todos los nazarenos inspiraban seriedad, también devoción, sentimiento. Iban de negro y sostenían los cirios por encima de ellos. Llegó el Cristo y el murmullo que antes había dominado al gentío cesó por completo. Respeto. Ver la procesión llegar y luego marchar fue también precioso. Luego el palio. También muy guapa.
Después marchamos a una calle cuyo nombre no recuerdo, por allí debían pasar El Calvario y La Esperanza de Triana para empezar la carrera oficial. Llegó la primera cofradía y seguíamos con la seriedad y silencio de la anterior. Sólo se oía el caminar cansado de los costaleros bajo el paso y el de los pies de los nazarenos también vestidos de negro.
Una noche de contrastes. Llegó la Esperanza de Triana con su música. La marcha, preciosa. Conseguí una estampa del Cristo, bellísimo. Y luego la otra Reina. La mecían con una majestuosidad impresionante, siempre con la izquierda por delante, como es típico en esa procesión. La detuvieron a pocos metros de distancia de mí y contemplé con emoción la petalada. Miles de pétalos de rosa cayendo sobre el palio. Una imagen más que hermosa. Sin palabras. Creo que nadie puede entender esto si no lo vive en primera persona.
Luego fuimos a buscar al Gran Poder, conocido más por el Cristo que por la Virgen. Fueron muchos los nazarenos que vi pasar en silencio sepulcral descalzos y con la mirada seria, transmitiendo devoción. Llegó Él, impresionándome por completo. Parecía caminar de verdad con el sonido de los pies de los costaleros. Yo no soy capaz de mantenerle la mirada, me había dicho mi amigo; yo tampoco fui capaz. Después, creo que no he visto más penitentes que en esa procesión, con cruces y descalzos. La virgen, también preciosa, tardó un poco menos en aparecer.
Nos dirigimos a un bar y comimos en la calle churros con chocolate. Qué bien entraron. Ya estaba amaneciendo. Buscamos entonces a la cofradía que nos quedaba, el Cristo de los Gitanos, en el mismo lugar donde habíamos disfrutado de El Silencio. Él parecía caminar solo, también. Y ella, cuando se detuvo frente a mi y la vi bajo el cielo ya celeste, consiguió hacerme culminar La Madrugada con un recuerdo hermoso.
Regresamos en coche. Mi amigo se ofreció a llevarnos. Qué alivio poder sentarme sin tener que apoyar los pies en el suelo, jajaja.
Pienso que es una experiencia que a nadie, incluso sin ser creyente, deja sin impresionar. La Semana Santa en Sevilla es indescriptible, y la Madrugada, lo mejor de ella. Llevaba día queriendo escribir algo, pero la inspiración no me hacía caso. Sin embargo, no he podido resistirme a contaros esto, avisando, por supuesto, que nada de lo que se escriba o diga puede compararse con lo que se siente en esta noche de contrastes que es Nuestra Madrugada.
Empezamos con lo mejor de Sevilla, la Reina, la Esperanza Macarena. Llegamos unas dos horas y media antes de su salida para coger sitio; la gente, a nuestro lado, llevaba desde las cinco de la tarde esperando con ganas el acontecimiento que ocurriría hacia las doce y media de la noche. A medida que transcurrían los minutos, más personas se aglomeraban en la plaza, algunos comían bocadillos, bebían agua o refrescos, se entretenían con pipas o conversaciones. Y pronto llegaron los armaos con sus trajes romanos y consiguiendo en el gentío expectación y emoción. En pie, contemplamos cómo éstos se dirigían hacia las puertas que debían abrirse para dar paso a la Cruz de Guía. Diez tramos de nazarenos antes del Cristo; trece, antes de la Virgen. Sin embargo el tiempo voló. Me encontraba en primera fila, viendo a los nazarenos con sus cirios, algunos descalzos, repartiendo caramelos o estampas que llevaban impresas la imagen de la Esperanza Macarena. Conseguí una. Y se abrieron las puertas. Todos nos volvimos hacia ellas. Me apoyé en un par de jóvenes que no conocía y me puse de puntillas para alcanzar a ver la salida de una de la procesiones con más prestigio de Sevilla. Los costaleros daban vida a la cofradía y la marcha sonaba emocionando a los presentes hasta detenerse frente a un balcón donde alguien cantó una Saeta, seguida a su fin por muchos aplausos. Y el Cristo continuó su camino. Le vi pasar bajo el arco, luego delante de mi. Fue entonces cuando comprendí la pasión de tantos por la Semana Santa, cuando la sentí en mi propia piel. Sencillamente impresionante. Después, penitentes descalzos y con cruces en el hombro, y más nazarenos. A través del capirote se distinguían ojos azules, verdes, marrones, grises y era fácil imaginarles sonriendo bajo la tela. Y antes de que nos diéramos cuenta, allí estaba Ella, hermosa, radiante, saliendo como antes había hecho el Cristo. Volví a ponerme de puntillas aferrándome al hombro de los dos chicos que estaban delante de mi. Y otra Saeta. Los costaleros al ritmo de la marcha que seguía a la cofradía mecían a la Virgen, majestuosa. Los gritos se hicieron constantes por donde pasaba "¡Macareeeeeena!" gritaba uno, ¡guapa!, respondíamos los demás. Otra vez: ¡Macareeeeeeeena! ¡Guapa! y otra vez: ¡Macareeeeeeeeeeeeena! ¡Guapa, guapa y guapa!. Admito que perdí la noción del tiempo contemplando Su rostro, que mientras esperábamos en otra calle al Calvario no dejaba de mirar la estampa para volver a mirarla. Hermosa. Simplemente, Reina.
Como decía, luego nos marchamos de allí para ir a ver el Silencio cerca de la Catedral. Una noche de contrastes. El júbilo de la Macarena con la ausencia de cualquier sonido de El Silencio, todos los nazarenos inspiraban seriedad, también devoción, sentimiento. Iban de negro y sostenían los cirios por encima de ellos. Llegó el Cristo y el murmullo que antes había dominado al gentío cesó por completo. Respeto. Ver la procesión llegar y luego marchar fue también precioso. Luego el palio. También muy guapa.
Después marchamos a una calle cuyo nombre no recuerdo, por allí debían pasar El Calvario y La Esperanza de Triana para empezar la carrera oficial. Llegó la primera cofradía y seguíamos con la seriedad y silencio de la anterior. Sólo se oía el caminar cansado de los costaleros bajo el paso y el de los pies de los nazarenos también vestidos de negro.
Una noche de contrastes. Llegó la Esperanza de Triana con su música. La marcha, preciosa. Conseguí una estampa del Cristo, bellísimo. Y luego la otra Reina. La mecían con una majestuosidad impresionante, siempre con la izquierda por delante, como es típico en esa procesión. La detuvieron a pocos metros de distancia de mí y contemplé con emoción la petalada. Miles de pétalos de rosa cayendo sobre el palio. Una imagen más que hermosa. Sin palabras. Creo que nadie puede entender esto si no lo vive en primera persona.
Luego fuimos a buscar al Gran Poder, conocido más por el Cristo que por la Virgen. Fueron muchos los nazarenos que vi pasar en silencio sepulcral descalzos y con la mirada seria, transmitiendo devoción. Llegó Él, impresionándome por completo. Parecía caminar de verdad con el sonido de los pies de los costaleros. Yo no soy capaz de mantenerle la mirada, me había dicho mi amigo; yo tampoco fui capaz. Después, creo que no he visto más penitentes que en esa procesión, con cruces y descalzos. La virgen, también preciosa, tardó un poco menos en aparecer.
Nos dirigimos a un bar y comimos en la calle churros con chocolate. Qué bien entraron. Ya estaba amaneciendo. Buscamos entonces a la cofradía que nos quedaba, el Cristo de los Gitanos, en el mismo lugar donde habíamos disfrutado de El Silencio. Él parecía caminar solo, también. Y ella, cuando se detuvo frente a mi y la vi bajo el cielo ya celeste, consiguió hacerme culminar La Madrugada con un recuerdo hermoso.
Regresamos en coche. Mi amigo se ofreció a llevarnos. Qué alivio poder sentarme sin tener que apoyar los pies en el suelo, jajaja.
Pienso que es una experiencia que a nadie, incluso sin ser creyente, deja sin impresionar. La Semana Santa en Sevilla es indescriptible, y la Madrugada, lo mejor de ella. Llevaba día queriendo escribir algo, pero la inspiración no me hacía caso. Sin embargo, no he podido resistirme a contaros esto, avisando, por supuesto, que nada de lo que se escriba o diga puede compararse con lo que se siente en esta noche de contrastes que es Nuestra Madrugada.
Espero que hayan disfrutado de esta entrada. Ambos videos los encontré por internet buscando precisamente uno que mostrara la ciudad, la pasión, el sentimiento, las imágentes y los nazarenos. El primero son fotografías muy bien seleccionadas de todas las cofradías; el segundo, armonía entre múscia, videos y fotografías de Ella, especialmente de las Esperanzas de Sevilla; y el tercero de Él, de Ellos, al sonido de una de las marchas de Semana Santa, A tu memoria,de centuria.
Comentarios
Bueno, ni qué decir tiene que todo fue IMPRESIONANTE, EMOCIONANTE y HERMOSO. Sin palabras. Es una experiencia que recomiendo a los que no seais de aquí, porque realmente, merece la pena.
Sin más, ¡espero que estéis todos muy bien!
¡Besitos, besitos!
Aún siendo una persona con facilidad para la expresión escrita comprendo que digas que no hay palabras para explicar lo que se siente al vivir "vuestra Madrugá"! Tiene que ser impactante.
También es cierto que hay sensibilidades y gustos de todo tipo y no todo el mundo capta los mismos detalles, estoy seguro que con tu capacidad para observar, vivir y sentir las cosas hermosas de la vida, sean pequeñas o grandes, debiste disfrutar mucho.
Ya sabes que tengo pendiente una visita a Sevilla, no sé cuando, ni si coincidirá con la Semana Santa de algún otro año, pero de todos modos sé que es una ciudad con encanto, a más, será un placer contar con tu compañía en algunas de las visitas turísticas! (Lo siento, pero poco o mucho te tocará hacer de guía! jaja!)
¡Muchos besitos y abrazos mimosos, guapa!
Un beso cielo y espero que estes bien.
MUACH
Y hay que ver, encima que voy para verte y pasar un rato contigo me dices eso... pos ea, ya no voy mas ¬.¬ (joke)
PD: Es "la madrugá" no la madrugada
En mi época de estudiante, allá por la edad de bronce, admiré la Semana Santa de Málaga los cuatro años que estuve en el internado, y entiendo que la gente, aun los no creyentes y que sólo vienen para divertirse, se queden emocionados con la música, los tambores, las saetas y todo el espectáculo nocturno que ofrece la ciudad. También en Málaga es el jueves santo lo más importante, con la calle Larios rociada de romero para el paso de la Esperanza; y la Legión acompañando al Cristo de la buena Muerte, con la cabra por delante.
Ahora pienso diferente y veo la Semana Santa con otros ojos,ya no asisto a las procesiones; pero no dejo de reconocer que es impresionante, maravillosa, y sólo por ver las imágenes reflejadas en los ojos admirados de personas tan sensibles y sinceras como tú, vale la pena salir a la calle esas noches.
Me alegro de que disfrutases de esa nueva experiencia y te felicito por la crónica detallada que haces de la Madrugá.
Un beso.
En fin que me enrollo mucho XDD, besos primita ^^
^^.
Muaa :)
Pero es admirable cómo lo cuentas y la ilusión que le pones, y como dice Yue y escribe Juan, creo que es Madrugá, al menos así es para mí como buen andaluz.
Besos wapa!
La verdad es que si soy sincero, yo no alcanzo demasiado bien a comprender la semana santa... no niego que sea impresionante ver como se apróxima un trono (a mi el hecho de que se apróxime despacio es lo que mas me llama la atención)puesto que se demuestra la fuerza del hombre cuando se plantea hacer algo con deboción, pero no siento esa pasión que siente tanta gente... que sentistes tú. Será porque no soy de aquí, porque estoy acostumbrado a que la Semana Santa es una semana de vacaciones del verano, y que lo importante para nosotros es el día de pascua, cuando toda la familia compra huevos de pascua y junta sus manos para romperlos. No sé, quizá algún día tenga la suerte de tener el don para comprender este acontecimiento, mientras, me quedaré sin ese lujo. Muchas gracias por el "documental" de ese día Luna ^^.
Enorhabuena de verdad