Alicia era una joven pedagoga que había encontrado trabajo como orientadora en un colegio de su barrio, concretamente, el mismo donde ella estudió. Le había pedido al director, a mediados de curso, la posibilidad de estar una hora de cada clase como observadora. Durante este tiempo, Alicia iba anotando en su libreta cuanto creía de interés para su propósito. Después, el docente le facilitaba alguna fotografía para que pudiera identificar a los alumnos que considerase.
Tras realizar dicha labor en las aulas de primero y segundo de secundaria, estuvo un par de semanas paseando por el recreo, con su cuaderno y bolígrafo. Y más tarde, citó en su despacho, a veces de forma individual y otras en grupo, al alumnado. La primera reunión la tuvo con un grupo de chicos.
−Sentaos, por favor.
Los jóvenes obedecieron, con alguna sonrisa burlona.
−¿Sabéis por qué estáis aquí?
−No –respondió uno de ellos.
−Me gustaría proponeros algo. Os voy a narrar una situación, y vosotros imaginaréis, con los ojos cerrados, todo lo que yo diga.
−Puf, esto es una chorrada.
−Te recuerdo, Javier, que puedo hacer que te expulsen del colegio. Ahora, cerrad los ojos.
Alicia se levantó de su asiento y bajó las persianas, apagando después la luz.
−Os hablaré a nivel individual y así es como debéis recrear la situación, ¿de acuerdo? Bien... Piensa, por un momento, que no tienes a tus colegas de turno -comenzó la joven, con voz calmada y segura, hablando clara, serena y deteniéndose lo necesario para que se imaginasen la situación.- Estás completamente solo. Te insultan, te quitan el bocadillo, te pegan, y tú no sabes por qué. No puedes defenderte porque son muchos y tú sólo uno. Entonces llegas a tu casa. Te miras al espejo, y tras meses o años sufriendo te ves como una persona despreciable. Nadie te quiere. ¿Será culpa tuya? Te lamentas por ser quien eres. Te cuestionas si vale la pena la vida si sólo sirves para estorbar a los tuyos y para sufrir con los acosadores. Te castigas, te autolesiones moral y físicamente por si así consigues lidiar el sentimiento de auto-repulsión que no te deja tranquilo. Eso un día, tras otro, y otro.
¿Quién es el monstruo? ¿Quién es el culpable?Hay una cosa que se llama empatía, otra que es... humanidad. Rescátalas del rincón olvidado de tu corazón. Porque tú también tienes uno, y tú podrías ser ese niño al que acosas. Porque sí, lo acosas.
¿Vas a seguir acosándole? Si la respuesta a esto es que sí, necesitas ayuda psiquiátrica.
Alicia calló. Pudo oír la respiración de quien llora al otro lado de la mesa. Quizás fuera sólo una persona, pero haber conseguido que al menos uno de ellos se diese cuenta del daño que hacía intentando ocultar su baja autoestima destruyendo la moral de los demás, ya era suficiente.
- No tenéis que demostrarle nada a nadie. No sois menos que ninguna otra persona. No hace falta que piséis a vuestros compañeros. Si os aceptáis tal y como sois, prestáis atención a vuestras virtudes, no sentiréis la absurda necesidad de destrozar las del resto. Yo confío en que podéis demostraros a vosotros mismos que sois personas de verdad.
La joven esperó unos instantes; ante la ausencia de respuesta, pidió al grupo que saliera del despacho y encendiese la luz. En cuanto cerraron la puerta, suspiró. Desconocía si lo que estaba haciendo serviría para algo. Unos golpes pidiendo permiso daban entrada al siguiente grupo. Esta vez eran ocho chicas, a las que hizo pasar por el mismo discurso que a los primeros. Se despidió de la misma manera. Ahora empezaba lo difícil.
−¿Se puede?
−Sí, claro pasa. Siéntate.
La chica obedeció en silencio, cohibida.
−¿Sabes por qué estás aquí?
−No, señorita.
−Llámame Alicia -sonrió. -Quería hablar contigo. No sé si te has dado cuenta de que me he estado paseando por las clases y el recreo.
−Sí.
La pedagoga suspiró.
−¿Se encuentra bien? -inquirió Fátima, la alumna.
−Sí, tranquila. Pero necesito que escuches lo que te voy a decir, ¿lo harás?
La chica asintió, intrigada. Entonces Alicia apagó la luz. Respiró hondo y dio comienzo a su discurso.
−A ti, que te castigas y no sabes por qué, yo te digo... ¡quiérete! Porque eres una persona fantástica, porque no estás sola, porque te quieren, porque puedes contar con ellos y si no, yo estoy aquí para ello. ¡Porque en todo el mundo no hay una sola persona como tú! Eres fuerte, yo lo sé, y tú también, sólo tienes que creértelo, confiar en ti, en que puedes pararlo.
A veces empezarás y no serás consciente, pero intenta darte cuenta pronto. En cuanto lo hagas, ¡para! Recuerda que eres una persona maravillosa, que no estás sola, que te quieren, que les haces falta, que puedes contar con ellos, conmigo.
Ayuda estar acompañada, no culparse por las discusiones en las que estés involucrada de alguna manera. No castigarse.
No lo mereces. No te lo mereces. Cambia cicatrices abiertas por sonrisas en tu cara. Porque en el fondo lo deseas. Porque sólo necesitas quererte un poquito más, confiar en que puedes hacerlo, en que eres capaz de aceptarte tal y como eres. Porque todos tenemos cosas buenas y malas, es parte del encanto de las personas. No deseches tus virtudes y cualidades, porque son muchas. Acéptate. Tienes derecho a quererte. A valorarte. A que te gustes, a que seas quien eres sin que tengas que sentirte culpable por ello. Porque ante todo, eres persona.
Yo no te conozco, y sin embargo, confío en ti. Hazlo tú también. No estás sola. Aunque a veces no veamos a nadie... ¡ellos están ahí! Cuenta con ellos, porque sabrán entenderte.Siéntete orgullosa de ser quien eres, porque eres especial, porque no hay nadie como tú. Porque estas palabras se han unido hoy para ti...
De repente, unos brazos rodearon a la orientadora del colegio. Un abrazo. Fátima le estaba dando un abrazo. Alicia correspondió el gesto unos segundos para luego acariciar con sus manos las de la joven, dirigiéndose con masajes a las muñecas. Entonces notó un par de cicatrices. Bajó su cabeza para besar ambas secuelas de autolesión.
−Fátima, eres una persona maravillosa. Créetelo. No hace falta que te hagas la fuerte con tus amigas, porque ellas te quieren tal y como eres... hagas lo que hagas, digas lo que digas. Confía en ellas, en tus padres, en mí, pero sobretodo, confía en ti. Quiérete. No te castigues porque no tienes la culpa de nada. Recuerda que eres fantástica, simplemente porque existes.
La chica, sin mediar palabra, salió de la habitación. Alicia encendió de nuevo la luz y sacó un pañuelo del bolsillo. Y así, recibió a todo el alumnado cuyo nombre figurase en su libreta durante dos semanas. Ahora les tocaba a los profesores, a quienes preparó para una reunión en la sala de profesores, una tarde del segundo cuatrimestre. Había repasado una veintena de veces el discurso que daría.
Y llegó el día.
Allí se encontraba todo el profesorado, incluyendo el de primaria.
Respiró hondo y...
−Buenas tardes. Les he reunido para hablar con ustedes acerca del acoso escolar. Ese fenómeno que rara vez aparece en televisión, que estamos cansados de ver en Internet, y que ocurre en todos los centros educativos en mayor o menos medida. La verdad es que cuando estuve preparando esto que oyen, pensé en incluir diapositivas con estudios, estadísticas y datos que corroborasen lo que digo, pero prefiero tratar lo importante, el mensaje con el que deseo que se queden.
Como ya sabrán, muchos niños y niñas sufren acoso escolar y no lo dicen. A los profesores, porque saben (por experiencia de otras ocasiones con otros alumnos) que sólo servirá para empeorar las cosas; a un amigo, porque generalmente intentan no parecer débiles, con problemas, prefieren ayudar, ya que sentir que ellos necesitan ayuda les duele... tienen que hacerse los fuertes, ser útiles para sus amigos, sentir que su vida sirve para algo; y a los padres, por orgullo, quieren demostrar que son buenos hijos, que se llevan bien con todos, que no son malas personas, que no les odia todo el mundo... que no son un estorbo para la gente.
El peor sentimiento de estas personas es la culpabilidad. Sienten que lo que les pasa es por culpa suya, por no ser de otra manera. Entonces dejan de ser conscientes de que están sufriendo acoso escolar para creer que es un castigo por ser quienes son, y no conforme con ello, sienten la necesidad de autocastigarse también.
Sinceramente, creo que se podría hacer mucho más de lo que se hace. Las consecuencias de todo esto es clara: algunos se suicidan, otros se conforman con la autolesión repetida, y otros se convierten en acosadores (ojo por ojo, diente por diente, y el mundo acabará ciego...).
La razón de este discurso, es que se conciencien de que se encuentran en una escuela donde esto ocurre en las aulas en las que imparten sus clases. Se necesita profesorado dispuesto a ejercer su profesión por vocación, que cada día se levante de la cama con ganas de ayudar a un niño o a una niña, aunque llueva en casa. Es muy fácil desviar la mirada y fingir que no se sabe nada, pero tienen ustedes en sus manos la posibilidad de cambiar a las personas. Sus alumnos son el futuro. Si aprenden a respetarse entre ellos, a aceptarse a sí mismos y al resto tal y como son, el mañana será más bello seguro.
Es una tarea difícil, que muchos darán por "tontería". Pero pensad que ese niño o esa niña, podrían haber sido ustedes.
−¿Y qué hacemos con los chulitos de clase? Te levantan la voz, insultan... ¡y se quedan tan tranquilos! por más que les expulsemos...
−Ofreciendo mi opinión, la expulsión es tan inútil como las multas de tráfico. Si un joven conduce borracho, una multa económica le va a dar igual, sobre todo si no es él quien la paga. En cambio, si a ese joven se le hace pasar dos semanas en un centro de parapléjicos, cuidando de ellos, se lo pensará dos veces antes de volver realizar la temerosa acción de conducir ebrio. Con la expulsión ocurre lo mismo. No hay que apartarlos de en medio durante unos días, hay que conseguir que no vuelvan a dañar a sus compañeros. ¿Cómo? Con terapias, discursos que conciencien, historias... Que no es mucho, pero si se hiciera y al menos uno de esos chiquillos cambiara su conducta, habríamos conseguido la primera victoria. En sus manos tienen la educación, el arma más poderosa que inventó el ser humano. Hagamos uso de este conocimiento para mejorar la sociedad desde la raíz.
Alicia suspiró, y el profesorado aplaudió. Ella sonrió. Pensó en la posibilidad de que absolutamente nada cambiara en ese centro escolar; en tal caso, buscaría alguna alternativa que contribuyera a erradicar de la educación la violación de los derechos humanos, ¡no se iba a rendir!
Al fin y al cabo, si queremos cambiar el mundo, debemos empezar por nosotros mismos...
Comentarios
Sigo de exámenes, pero acabaré esta semana, en cuanto lo haga responderé a vuestros correos y volveré a visitar vuestros rincones :)
El título se lo debo a mi padre, ¡gracias!
¡Ah! He decidido continuar la historia de Juliette. Cuando lo haga, avisaré. ¡Gracias a todos los que me habéis animado a continuar!
¡Un besito!
Un beso y suerteeee cn esos examenes
Un precioso, emotivo y ameno relato, tanto que me lo he leído de un tirón pese a que estoy de exámenes.
Sigue escribiendo asi pues esta es la manera indicada de cambiar las cosas, haciendo que la gente vea un mundo alternativo.
Un beso! Y suerte!
¡Y es cierto! Hay que creer que eres especial como ninguno y que tu puedes hacer cualquier cosa que te propongas, no eres inferior a nadie.
Si tu llevas una camiseta que te encanta y estas a gusto con ella, si te crees que estás estupenda con esa camiseta, todo el mundo pensará lo mismo.
Y quien no y se ríe, puede cómo dicen por aquí: que les den morcilla!
un besito:)
Un besazo guapisima ;D
Y en muchos colegios se intenta poner coto.
Hay profesores (no todos, no siempre) que trabajan para erradicarlo.
Hay actividades de resolucion de conflictos.
Es bueno saber que quienes estan preparandose piensan asi, nos hace ver un futuro mejorado.
Siempre habra adolescentes que necesitan reforzar su nula autoestima.
Y si, la primera victoria es conseguir que cambia uno.
Desde luego es un tema que da para hablar y que deberían (en mi opinión) metérnoslo más en la cabeza a los alumnos, hacernos conscientes de que si las cosas pasan es por algo, que tenemos que abrir los ojos e intentar colaborar en el ADIÓS ACOSO.
En todo caso, me ha gustado mucho y comparto la opinión de quererse a uno mismo y no castigarse. Al principio cuesta (sobretodo lo de quererse) pero luego se consigue, a base de esfuerzo.
Enhorabuena.
Besos!!! ^^
Y el tema, mejor no podía ser.
Un beso muy fuerte, y suerte en los exámenes!(K)
Y mucho.
Todo esto no se va a arreglar solo.
Besos.
Me alegra que sigas con lo de Juliette, tengo ganas de leer más. Un beso, K.
Tambien se podría aplicar tu lección magitral a las amas de casa que sufren calladamente el desprecio de los miembros de la familia y ella se convence de que es culpable, que es una inútil, etc.
Hay mucho que cambiar en las relaciones humanas.
Te felicito por el relato. Un beso,princesita.
Desde luego ser carne de su propia mofa es lo que mejor les vendría a ese tipo de personas que hacen que nos sintamos inferiores a los demás.
Buenísimo relato.
Un beso y que te sean amenos los exámenes.
En verdad siempre me sorprendes porque eres capaz de escribir sobre cualquier tema, pero escribas lo que escribas, siempre puedo decir que engancha y siempre acabo leyéndolo varias veces.
¡Muchos besitos!
Es un tema complicado pero lo has explicado muy bien, tocando todo los aspectos importantes, se nota que está escrito desde el corazón y con vocación de ayuda.
En especial me ha gustado el discurso a los profesores, sería ideal que todos ejercieran su profesión por auténtica vocación, dentro de las dificultades sería todo más sencillo.
En general pasa en todas las profesiones, si haces algo sólo por el dinero es difícil que lo hagas muy bien, en especial si no hay competencia por el puesto, ni peligro de perderlo, ya que, no todos, pero sí una gran mayoría de profesores son funcionarios con plaza fija. Pero bueno eso ya es otro tema.
Sigue así, en este mundo hacen falta personas con ganas de ayudar y de seguir creciendo y aprendiendo para que esa ayuda sea cada vez mayor y más eficaz, tanto para nosotros mismos como para los demás.
Un fuerte abrazo mimoso!
¡Saludos para tod@s tus lector@s y para David! ;)
Un tratamiento psicológico se da para cambiar el comportamiento de la persona, prevenir estas situaciones es uno de los pasos que se deben de dar y que hasta los profesores deciden pasar por alto porque su principal función es educar, no preocuparse por las relaciones habidas entre los alumnos. La acción humana es la conducta humana.
PD: Eso de que Alicia "amenace" a un chico diciéndole que puede hacer que le expulsen... no me ha gustado nada S:
Un saludo.
Un saludo :)
Y admito que lloré un poco, ya que yo callé y nunca pedí ayuda...no sabía qué hacer.
Muy bonita historia.
Gracias por compartir.