Háblame de las montañas, de la brisa, de los ríos, del color de las mañanas, del perfume de los lirios...
Las montañas siempre son hermosas. A veces visten de verde; a veces, de blanco, como si fueran a contraer matrimonio con el invierno. Cuando duermen no se ven, pero se oyen, y ese sonido es hermoso. Los insectos se reúnen y cantan, creando una melodía en la que todos los músicos de la orquesta parecen saber cuándo han de tocar su instrumento.
La brisa es fresca, especialmente por la noche. Se respira aire puro, del que no existe ya en las ciudades.
Allí el color de las mañanas es un cuadro de múltiples colores que se funden en un bello amanecer. El comienzo de un día. El nacimiento de un río que desembocará lejos, pero que siempre sigue, que no se detiene y sin embargo calma a las personas que junto a él se sientan, dejándose envolver por el perfecto perfume de los lirios.
Háblame como si fueras la que inventa los amores.
Y es en esa magia donde nacen los primeros amores, las segundas oportunidades, los reencuentros, las historias inolvidables, las intensas y las que son para siempre. Porque el amor existe donde haya un corazón abierto para sentirlo.
Háblame de tal manera que tus besos me devoren.
Y el amor se manifiesta en las miradas, en los gestos, en las sonrisas que visten de alegría nuestros rostros, o en las lágrimas que tiñen de triste las despedidas. Se comparte en los abrazos y se entrega en los besos que se ofrecen sin más, los que salen del corazón, y los que yo te daría si pudiera.
Háblame de las nubes que cruzan el espacio.
Quizás sea pequeña la posibilidad de que escuches mi canto en palabras escritas, pero para eso se inventaron las nubes, para que las gotas de agua recogieran los mensajes de la tierra y subieran muy alto, al espacio, al Cielo, a donde están nuestros seres queridos.
Háblame de las noches tan tranquilas de la playa.
No sé si alguna vez has estado aquí, sentado en la arena, sin más luz que el haz de luna y sin más sonido que el mar intentando alcanzar el aire... o mis pies, quién sabe.
Aquí los pensamientos se sienten diferentes, el estrés no existe y la calma nos arropa con su tranquilidad nocturna. Los sueños se esfuman, quizás con las estrellas, y la paz inunda el alma, purificando cada resquicio, cada herida, iluminando las esperanzas que ya se creían perdidas.
Háblame de la luna que se aumenta de tamaño.
Una vez pensé que cuando nos caemos, somos como la luna nueva. Nadie nos ve, y buscamos apoyo, fuerza en nosotros más que en los demás. Sin embargo, siempre hay una estrella que vela por nosotros como el sol brilla por la luna.
Entonces llega el momento de ponernos en pie para reanudar nuestro camino. Como la luna que aumenta su tamaño, nosotros hemos de levantarnos para crecer.
Pero háblame, porque temo, mi vida, que tú te vayas.
Te cuento tu canción, aunque estás presente en todas mis oraciones. Es mi manera de retenerte, de hacerte saber que sigues estando presente en mi memoria y que, de alguna manera, nunca dejé que te marcharas.
Háblame con fantasía, no me cuentes realidades, porque el mundo cada día solo tiene falsedades.
Aún recuerdo, como una fantasía, lo que fue una bella realidad. Estábamos reunidos, todos, en familia, y te pedí una canción.
No tuve que insistir mucho. Me llevaste a la habitación del fondo, y allí, con la puerta cerrada, me permitiste disfrutar en directo de tu voz indescriptiblemente hermosa.
No he olvidado tu promesa. La que cumpliste con tu carta de despedida. La que me demostró que el mundo no sólo tiene falsedades.
Háblame como si fueras la que inventa los amores.
Cuando se ama se admira, y cuando se admira, en parte, se ama. Te quise siempre, aunque no creo que fuera sólo por la sangre que corría por nuestras venas. Yo te admiraba.
Háblame de tal manera que tus besos me devoren.
Quizás no nos vimos muchas veces, pero creo que fueron suficientes. Cuando te miraba a los ojos sentía que me abrazabas, que no hacían falta argumentos ni gestos para que supiera que podías besar mis mejillas con sólo una palabra.
Háblame de las nubes que cruzan el espacio.
Pienso que, igual que puedo hablarte desde aquí, tú también utilizas las nubes para hacernos llegar tus canciones, tu voz, a través de las gotas de lluvia.
Háblame de las noches tan tranquilas de la playa.
Estaría bien que pudieras bajar de la luna y mirar el mar desde la arena, conmigo.
Háblame de la luna que se aumenta de tamaño.
Pero sé que, como la luna que aumenta su tamaño, que muere y renace, a ti te toca estar allí arriba, como cuando es luna llena, mientras que a nosotros, a mí, aún nos queda camino por recorrer y caídas de las que levantarnos.
Pero háblame, porque temo, mi vida, que tú te vayas.
Pero estarás con nosotros, y volveremos a encontrarnos cuando por fin alcancemos la plenitud de la que tú ya gozas.
Pero háblame porque temo, mi vida, que tú te vayas.
Podremos, entonces, presumir de ser como la luna llena.
No mi vida, no te vayas.
En el fondo nunca nos vamos, sólo miramos el mundo desde un sitio diferente. Sin embargo, si lo piensas bien, siempre fue así.
No te vayas... ¡no!
Te quiero, tito.
Comentarios
Espero que os vaya todo bien.
¡Un abrazo!
Estoy seguro que tu tío estará orgulloso de lo que has escrito a partir de su canción.
¡Besitos!
Me sumo a los dos comentarios anteriores.
Un abrazo mimoso :)
Y tú lo has sabido hacer
Un beso
Que bonito.
Besos.
Un beso fuerte,María.¡Eres grande, muy grande!
Hace poco me han dicho que las grandes obras surgen de mentes atormentadas. Sea para bien o para mal, el hecho es que tu mente es una fuente de belleza, y espero que esa fuente no se agote jamás.
¡Un beso!
Simplemente Genial.
And remember… I am your fan number1.
Sigue así! ;)