Érase una vez una clase que se impartía
al aire libre, en un circuito cerrado donde había parque, selva, acantilados y
un entorno parecido a la Antártida, con hielo y agua alrededor. Había en ella
cinco estudiantes: un guepardo, una jirafa, una cigüeña y dos pingüinos. Sus
nombres eran Gerardo, Jimena, Cinta, Pin y Quino respectivamente. Tenían una
profesora llamada Niebla, que era una nube sonriente y muy entusiasta, y
durante el curso le propuso a sus alumnos y alumnas una serie de pruebas que
consistirían: la primera, en recorrer un sendero del parque; la segunda, coger
una flor situada en la rama de un alto árbol de la selva; la tercera, cruzar un
acantilado situado muy cerca de otro; y la cuarta, pescar en las aguas situadas alrededor y bajo el hielo que
simulaba la Antártida.
La
primera prueba le resultó muy sencilla a Gerardo, el guepardo, quien corrió
llegando así en primer lugar a la meta acordada por la profesora. La jirafa
imitó a su compañero, aunque alcanzó el final en segundo lugar. En tercera
posición quedó la cigüeña que utilizó sus alas para volar sobre el camino.
Pero... ¿qué pasó con los dos pingüinos? Pin no corrió porque, según decía, él
no valía para ese tipo de ejercicios y tampoco le hacía falta llevarlo a cabo
para ganarse la vida. Quino, por su parte, aunque tenía las patas cortas y el
sendero no era muy fácil, participó llegando en cuarto lugar a la meta.
La
segunda prueba fue culminada en primer lugar por Jimena, la jirafa, quien
utilizó su largo cuello para coger la flor del árbol. Cinta, la cigüeña, voló
hasta alcanzar la flor empatando con Gerardo, el guepardo, que trepó hasta
llegar a la rama donde estaba la flor. Pero... ¿qué pasó con los dos pingüinos?
Pin dijo que con sus alas no podía volar como la cigüeña ni trepar como el
guepardo, así que no hizo nada. Quino, sin embargo, le pidió ayuda a la jirafa,
que le ayudó a alcanzar la flor.
La
tercera prueba la superó en primer lugar Cinta, la cigüeña, pues desplegó sus
alas y voló al otro lado sin ninguna dificultad. Gerardo tuvo un poco de miedo,
pero finalmente saltó y llegó también al otro acantilado. Jimena, viendo que no
podía volar ni saltar como sus compañeros, golpeó con fuerza un árbol de fuerte
y largo tronco que cayó convirtiéndose en un puente que unía los dos lados.
Jimena cruzó y llegó en tercer lugar. Pin, por su parte, miró hacia abajo y
dijo que él no haría semejante barbaridad de arriesgar su vida en un tronco.
Quino, que le escuchó, le propuso buscar un camino alternativo aunque fuese más
largo, pero Pin se negó y Quino optó por cruzar a través del tronco que había
utilizado su compañera, llegando así en cuarto lugar.
La
cuarta prueba fue donde Quino pudo lucirse, siendo un gran nadador y pescador,
fue el primero en llevarle un pez a la profesora. Jimena y Gerardo se miraron y
pensaron juntos en alguna solución, concluyendo que podían trabajar en equipo.
Así, Gerardo hizo un agujero circular en el hielo con sus afiladas uñas en el
que Jimena pudo introducir velozmente su cabeza para conseguir un pez. Sin
embargo, la pareja fue la tercera, porque la cigüeña alcanzó el segundo lugar
al sobrevolar a ras del agua y pescar con su pico un buen ejemplar para la
profesora. Pin, sin embargo, no hizo nada. Su cuerpo era idóneo para aquella
actividad, pero se había acostumbrado a creer que no podía, a decir que no
quería, a concebirse incapaz y, por consiguiente, a no intentarlo siquiera.
Nosotras,
las personas, somos como esos animales. Con menor o mayor dificultad llegamos a
las metas que entendemos como alcanzables por nuestra capacidad y voluntad; sin
embargo, también corremos el peligro de que el miedo a equivocarnos, a
fracasar, a decepcionarnos, a no cumplir con nuestras propias exigencias y
expectativas, consiga convencernos de que no podemos, convirtiéndonos entonces
en incapaces escondidos bajo un “yo no quiero”.
María Beltrán Catalán (Lady Luna)
Comentarios
Aquí regreso con uno de mis cuentos. Lo escribí para uno de mis niños con el que estoy trabajando la autoestima y pensé en compartirlo con vosotros.
Espero que estéis todos bien.
¡Un abrazo!
Un abrazo! :)
saludos, te espero por mi blog
Ahora me arrepiento de no haber tomado decisiones importantes hace cuatro o cinco años.La vida me iría mucho mejor.
Un cuento muy interesante y ameno, gracias por compartirlo. Un beso
Un besote guapa :)
Un besote guapa :)
Un besote guapa :)
Felicidades, mi niña. Sigue escribiendo. Besos!! :-)