Ir al contenido principal

Y él, con un monopatín

El viento ondeaba su cabello negro, el cual enmarcaba un rostro afable y usualmente sonriente. Podría haber sido hasta entonces, para él, un día tranquilo o ajetreado, suave o intenso; en cualquier caso, una jornada normal. Pedaleaba acompañado de dos amigos, cruzando la ciudad que le acogió cuando emigró buscando un trabajo digno acorde a su preparación académica. Sin embargo, había algo diferente en aquella calle. No pudo evitarlo, se detuvo y contempló la escena. Había terror, la armonía estaba en ruinas, como todo lo que toca quien vive, o más bien muere y mata, con el odio. 

La anciana todavía recordaba que una mujer gritaba. Yo, aspirante a periodista, tomaba nota veinte años después del suceso. Mencionó entonces la velocidad con la que aquel joven bajó de su bicicleta y se introdujo en aquellas tinieblas. No era presuntuoso. Allí no había público para aplaudir, solo un hombre armado atacando a una mujer, y él, con un monopatín, decidido a detenerlo. A sus amigos no les dio tiempo a reaccionar y ella, admitía, habría salido corriendo, asustada. Por eso, insistía, no olvidaría jamás lo que vio desde aquella ventana, protegida por la persiana que ocultaba su escondite pero no le impedía la visión.

Tuvieron que atacarle por la espalda otros hombres, continuó. Un acto mezquino, cobarde y criminal. No pudieron hacerlo de frente. Eran tres hombres armados contra un chico con un monopatín. Le asesinaron. La mujer necesitó hacer una pausa antes de proseguir, una pausa que respeté en silencio, conmovido.

Cayó al suelo, sí... pero con él se levantó el honor, la gloria y el verdadero poder, que es el servicio, en un ejemplo tan radicalmente acorde a sus convicciones religiosas. Desde entonces, incluso en las carreteras más solitarias suena más fuerte una caricia sobre el asfalto que un disparo, una caricia de ruedas de monopatín, brisa fresca y risas cómplices como las que él compartía con sus amigos. Incluso hoy, tantos años después, el eco del miedo tiene corto recorrido, frente al eco de un acto de inmensa generosidad y heroísmo como el que acabo de contarte.

Lo pagó con su vida, dije. Nos pagó con su ejemplo, me respondió.

---
Este es mi humilde homenaje a Ignacio Echeverría, el héroe del monopatín en el atentado de Londres el pasado 3 de junio de 2017, que ha recibido hoy, 9 de junio de 2017, en España, la Gran Cruz de la Orden del Mérito Civil a título póstumo.

Que descansen en paz todas las víctimas mortales del terrorismo y se recuperen las víctimas heridas.
Que las familias encuentren consuelo.
Que el mundo frene el terror.
Nosotros somos ese mundo.

María Beltrán Catalán (Lady Luna)

Comentarios

Samuel Sopeña ha dicho que…
Precioso la sensibilidad y el amor te estremece en cada linea.
Un chico ha perdido la vida por un acto cobarde y sin razón.
El amor mueve el mundo y no el odio, actos como estos nos demuestran que hay esperanza de que las cosas cambien.
En un mundo de locos que nos encontramos donde vamos acelerados y donde cada uno va a lo suyo, esto nos demuestra que todavía hay buenas personas que se preocupan y ayudan a los demás.
Mi mas sentido pesame a la familia, DEP y a todos aquellos que han perdido la vida por esta sin razón.
Toñi ha dicho que…
Bonito homenaje a Ignacio Echeverría y a todas las victimas inocentes que ven truncadas sus vidas por seres sin ALMA
TKM
María (LadyLuna) ha dicho que…
Sopca: Gracias por tus generosas palabras y por tu reflexión, breve, sencilla y clara. Un abrazo muy grande, querido Sopca.

Toñi: Gracias por leerme siempre, mamita, y por tus palabras siempre amables, como tú. Te quiero mucho.

Entradas populares de este blog

Mi Navidad

Apenas faltaban unas horas para la Noche Buena. Mis vecinos habían insistido en invitarme a las cenas con sus respectivas familias, para celebrarlo, pero yo hacía tiempo que no tenía nada por lo que brindar. Mi familia se había ido reduciendo cada año, pasando de ser veinte personas alrededor de la mesa, a verme completamente sola. Supongo que es normal; una anciana como yo, sin hijos ni nietos. La gente parece feliz, incluso quienes no lo son, lo fingen. Las calles se visten de luces de colores para recordarme que el mundo está de fiesta, que yo no estoy invitada a ella. Es triste. Aquella noche ni siquiera preparé la cena. Echaba de menos la sencillez de la que preparaba mi hermana; en paz descanse su alma. Me acosté, intentando mantener la mente alejada de los villancicos navideños. Al día siguiente me levanté, como siempre. Mientras desayunaba, pensé en el consumismo masivo de estos días festivos. La gente no se planteaba si creía o no en la historia de Jesús, en los Reyes Magos,...

Demetrio, un sapito agradable

¡Hola! Hoy os voy a contar una historia bastante curiosa sobre un sapito llamado Demetrio. Demetrio era muy grande, verde y con manchitas más oscuras en su piel. Tenía unos enormes ojos, aunque siempre estaban cansados y los párpados quedaban a mitad de sus pupilas casi. Su boca era grande, muy grande, y sus patas, cuando se estiraba, larguísimas. Había salido a pasear por el parque cuando un niño pequeño le vio. Entonces, corrió hacia él, alejándose de su padre, para darle un beso fugaz y volver a los brazos de quien había abandonado por un instante. Sus mejillas se hicieron redonditas. Os estaréis preguntando ¿No se puso colorado? Pues no; le crecieron las mejillas. Sí. Cosas de sapos. Resulta que esa mañana yo también había salido a dar una vuelta por el mismo sitio que él, y me lo encontré echado en un banco, suspirando. Se me ocurrió pensar que igual se sentía triste, así que le saludé. -Hola señor sapo. -Hola señora humana. -Puede llamarme Toñi. -Demetrio. -¿Por...

La magia de prestar atención

El sol de media tarde acariciaba los cultivos que reposaban alrededor de la casa. Dos amigos, Víctor y Luis, picoteaban algunos frutos secos y, tras una larga conversación sobre asuntos laborales o desencuentros con otras personas, comentaban entre sí, ya más relajadamente: — ¿Viste los pájaros negros viniendo hacia aquí? En el agua estancada que ha dejado la lluvia de estas semanas, junto al camino. — No, no me he fijado  — respondió Luis apagando su quinto cigarrillo. —  Por cierto, ¿dónde está Rosaura? Siempre llega tarde. Rosaura iba en coche con Marisa, charlando sobre lo agradable de que, tras tres semanas de intensas borrascas, hubiera salido el sol. El estado de ánimo también era diferente cuando de días oscuros aparecían aquellos más luminosos. — ¡Para, para, para! ¡Mira! Marisa se asustó, frenó de manera algo brusca, y miró con desaprobación a su amiga. Ella, en cambio, no se percató de ello: miraba con la ilusión de un niño de cinco años a través de la ventana del v...