Fotografiar es, según la RAE en su segunda acepción, “contar algo con tal verdad que parezca presentarse a la vista”. Es curioso que “verdad” y “parecer” aparezcan en la misma frase, aunque ¿no es así como asumimos el mundo? Si alguien nos sugiere imaginar un huevo, será de color liso y de gallina. Ajeno queda que la mayoría de los huevos en la vida real son de tamaños, colores, formas y texturas diferentes, o que no solo las aves los crean. Como los tiburones, que esconden sus crías en huevos con forma de alga en espiral; o aquella especie de mariposa cuyo huevo se asemeja a una madeja de hilo con agujas clavadas. Sí, nos mostraron una fotografía y nos dijeron que así se veía el mundo… pero solo era la mirada de quien fotografiaba en ese momento. Su mundo no es “el” mundo ni tiene por qué ser el nuestro. Hoy, tal vez, tengo ganas de jugar dentro de casa y hacer del huevo algo que huele dulce y sabe a almendra. Quizá quiero que se convierta en risa y en compartirme. A lo mejor prefi
Me duele el olvido que asumo en quien desaparece. Si hay esperanza se vislumbra la duda: ¿me guardará en su memoria? Cuando es certeza, abrazo el descarte, como si apenas fuera un texto a lápiz que debe borrarse. Una lección errática en la pizarra desgastada y una pregunta sincera: ¿Quién me recuerda? Como una tiza que con su palabra te cambia la vida y luego abandonas. El desgarro silencioso, cuando esta se desvanece en virutas de polvo que nadie más observa. Más allá de la vaga cortesía, en lo profundo de la importancia, ¿acaso alguien me imagina? Tal vez haya alguien al otro lado de mi anhelo y me recuerde todavía... Cuando no estoy siendo útil, cuando no hay un problema a resolver o una crisis que calmar, cuando no se me nota. Cuando sufro o necesito ayuda, cuando río, divago o sueño despierta. Cuando me aparto del rol que yo misma decidí asumir. También yo he olvidado. El oleaje de la vida sentencia o perdona, según su justicia, las huellas del recuerdo en la orilla del tiempo. La